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FRANCISCO DE MEDRANO

 

Francisco de Medrano  

(Sevilla 1570 - 1606)




 

* * *

      No siempre fiero el mar zahonda el barco 
ni acosa el galgo a la medrosa liebre 
ni sin que o ella afloje o él se quiebre 
la cuerda siempre trae violento al arco. 

     Lo que es rastrojos hoy, ayer fue charco, 
frío dos horas antes lo que es fiebre; 
tal vez al yugo el buey, tal al pesebre, 
y no siempre severo está Aristarco. 

     Todo es mudanza, y de mudanza vive 
cuanto en la mar aumento de la Luna 
y en la tierra del Sol vida recibe. 

     Y sólo yo sin que haya brisa alguna 
con que del gozo al dulce puerto arribe 
prosigo el llanto que empecé en la cuna. 

 

* * *

     Yo vi romper aquestas vegas llanas 
y nacer vi y romper en pocos meses 
estas ayer, Sorino, rubias mieses, 
breves manojos hoy de espigas canas. 

     Estas vi, que hoy son pajas, más ufanas 
sus hojas desplegar para que vieses 
vencida la esmeralda en sus enveses, 
las perlas en su haz por las mañanas. 

     Nació, creció, espigó y granó en un día 
lo que ves con la hoz hoy derrocado, 
lo que entonces tan otro parecía. 

     ¿Qué somos, pues, qué somos? Un traslado 
desto, una mies, Sorino, más tardía: 
¡Y a cuántos sin granar los han segado! 

 

* * *

     El rubí de tu boca me rindiera 
a no me haber tu bello pie rendido; 
hubiéranme tus manos ya prendido 
si preso tu cabello no me hubiera; 

     los del cielo por arcos conociera 
si tus cejas no hubiera conocido; 
fuera su polo norte a mi sentido 
si la luz de tus ojos no lo fuera. 

     Así le plugo al cielo señalarte 
que no ya sólo al norte y arco bello 
tus labios venzan y ojos soberanos, 

     mas, queriendo a ti misma aventajarte, 
tu pie la fuerza usurpa y tu cabello 
a tu boca, Amarili, y a tus manos. 

* * *

       No sé cómo, ni cuándo, ni qué cosa 
sentí, que me llenaba de dulzura; 
sé que llegó a mis brazos la hermosura 
de gozarse conmigo codiciosa. 

     Sé que llegó, si bien con temerosa 
vista resistí apenas su figura; 
luego pasmé, como el que en noche oscura, 
perdido el tino, el pie mover no osa. 

     Siguió un gran gozo a aqueste pasmo o sueño 
-no sé cómo, ni cuándo, ni qué ha sido- 
que lo sensible todo puso en calma. 

     Ignorallo es saber; que es bien pequeño 
el que puede abarcar solo el sentido, 
y éste pudo caber en sola el alma. 

 

 


 

 

 

 

 

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