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DIEGO HURTADO DE MENDOZA

 

 

Diego Hurtado de Mendoza

 

(Granada, 1503 - Madrid, 1575)




 

 

 

 

A Cupido 

     ¡Quien de tantos burdeles se ha escapado 
y tantas puterías ha corrido, 
que le traiga a las manos de Cupido, 
al cabo y a la postre, su pecado! 

     Más quisiera un incordio en cada lado 
y por atrás tener un escupido 
que verme, viejo y loco, entretenido 
del viento, y en el aire enamorado. 

     Comencé este camino muy temprano 
sin estar libre una hora de contienda, 
y todo lo recojo agora en suma: 

     rapaz tiñoso, ten queda la mano, 
que te daré de azotes con la venda 
y pelarte he las alas pluma a pluma. 

* * *

      -¿Qué hacéis, señora? -Mírome al espejo. 
-¿Por qué desnuda? -Por mejor mirarme. 
-¿Qué veis en vos? -Que yerro en no lograrme. 
-¿Pues por qué no os lográis? -No hallo aparejo. 

     -¿Qué os falta? -Uno que fuere en amor viejo. 
-¿Pues qué sabrá ese hacer? -Sabrá obligarme. 
-¿Cómo os ha de obligar? -Con empeñarme 
sin esperar licencia ni consejo. 

     -¿Y vos resistiréis? -Muy poca cosa. 
-¿Qué tanto? -Poco más de lo que digo, 
que él me sabrá vencer si es avisado. 

     -¿Y si os deja por veros rigurosa? 
-Tenerle yo he después por mi enemigo, 
vil, zafio, necio, flojo y apocado. 

 

  * * *

 

   Este es el propio tiempo de mudarse, 
cuando el padre febrero nos enseña 
ora mostrando su cara halagüeña, 
ora mostrando al cielo de enojarse. 

     Cualquier hombre procure mejorarse, 
si no está satisfecho de su dueña; 
estar en un propósito es de peña 
y del tiempo y del hombre es el mudarse. 

     Natura nos formó con mejor tino 
de gusto y de elección de quién y cuándo, 
y nosotros hacémonos atados. 

     Cada cual tome ejemplo en su vecino, 
pues vemos a los gatos ir maullando 
por bodegas, desvanes y tejados. 

 

 

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