ATRÁS


 

PITA AMOR

(México 30 de mayo de 1918 -  México 9 de mayo de 2000)

 

 

 

Centrando al mundo

I
 
¿Cómo no he de llorar si tengo ojos 
que tienen que mirar y que no miran? 
 
¿Cómo no me he de ahogar si mis pulmones 
absorben aire, pero no respiran? 
 
¿Cómo no he de tener perturbaciones, 
si mi sangre no cabe en la existencia? 
 
¿Cómo no he de clamar compensaciones, 
si en mí todo se adentra con demencia? 
 
¿Cómo no he de desear realizaciones, 
si me consumo en ansias desiguales? 
 
¿Por qué no he de saciar yo mis pasiones, 
si me arrastra el tumulto de los males? 
 
¿Y cómo, si respiro tentaciones, 
va mi pulso a tener ritmos normales? 
 
 
II
 
¿Por qué no puedo llorar, 
cuando sufrir puedo tanto? 
¿Por qué no me brota el llanto, 
si no hago más que pensar? 
¡Que no puedo soportar 
lo que en mi mente se agolpa!... 
Yo prefiero renunciar 
a esta vida que es locura, 
que continuar la tortura 
de vivir con pensamientos. 
No es posible más tormentos, 
pues mi cerebro me mata, 
y eternidad se dilata 
haciéndome, en vida, ver 
que pensar es padecer. 
 
 
III
 
Muerte y Vida, sois en mí 
la misma inquietud doliente, 
el mismo trayecto ardiente 
que nace donde termina; 
una fuerza que domina 
en idénticas porciones. 
Vida y Muerte, sois pasiones, 
un solo círculo hacéis: 
si distantes parecéis 
engaño es de cercanía. 
No hallo en vida lozanía 
ni en muerte temo final, 
que yo os uno por igual 
y en línea curva os realizo, 
hasta el instante preciso 
que por haberos juntado 
sois infinito saciado. 
 
 
IV
 
Como la tierra yo soy 
de redonda y giratoria. 
Girando en mí misma doy 
los matices que en el día, 
en sucesiva armonía, 
terminan para empezar. 
Parece mi despertar 
claro y sin complicaciones, 
y son luego mis pasiones 
que, al sol, fuego hacen brotar. 
Viene después mi penar, 
y tarde y noche se unen 
en sombras que se resumen 
de nostalgias y ansiedades, 
y que uniendo mis verdades, 
cual tierra me hacen girar. 
 
 
V
 
Cual un espejo, reflejo 
la imagen que está delante; 
cambia mi faz cada instante, 
tiene infinitas reacciones: 
todas ellas son ficciones, 
espejismos del espejo. 
Mi cristal está perplejo; 
inmóvil, al mundo abarca. 
La nueva visión aparta 
el recuerdo de la ida. 
Mi vida está convertida 
en un reflejo constante 
de mi transcurrir cambiante.
 
 
VI
 
Caminaba yo de frente
y mi sombra iba detrás.
Yo pensé que la cubría,
pero mi sombra tenía
la potestad suficiente
de tornarme transparente,
y ocupando mi lugar,
ella se filtró silente,
y yo, su sombra... fui atrás.
 
 
VII
 
Eliminando, sí... eliminando, 
he de hallar, por mí misma, la verdad. 
Probando todo, pero caminando, 
al camino certero he de llegar. 
 
Mi victoria será nunca parar: 
tomarlo todo sin anclar en nada, 
y a fuerza de dejar, irme saciado. 
¡Que la muerte me encuentra exterminada! 
 
 
VIII
 
Yo no hablo de la noche 
oscura por que no hay sol, 
hablo de la noche negra, 
eterna porque hay dolor. 
 
No es que me falte valor 
de ver mi noche despierta, 
es que, velando, estoy muerta 
y me enciende este negror. 
 
¿Cómo, si muriendo voy, 
tengo este fulgor de llama? 
¿Por qué me quema esta flama, 
si agonizando ya estoy? 
 
Es que, viviendo, yo doy 
la agonía cada día... 
Se exalta mi fantasía, 
mas la noche me reclama. 
 
 
IX
 
La muerte me ha acompañado, 
puesto que de ella nací. 
Con muerte adentro crecí 
y viviendo la he llevado. 
 
En mi ser obsesionado 
la muerte fue mi tortura, 
porque nací en la amargura 
y muriendo he caminado. 
 
Muerte en vida yo he probado, 
que se muere cada día: 
lo que se cree lozanía 
es ya trayecto pasado. 
 
Sólo se dirá colmado 
lo que por muerto es un hecho, 
que es el camino deshecho 
el único realizado. 
 
 
X
 
Cada vez que lloré, 
con el llanto vertido a la tierra inundé. 
 
Cuando me sonreí, 
con mi risa esparcida todo el aire invadí. 
 
Si llegué a suspirar, 
mis suspiros tornaron más convulsa la mar. 
 
El día que yo muera 
morirá mi figura, 
mas la esencia vertida 
quedará retenida, 
y mi alma victoriosa 
vibrará conmovida, 
al vibrar cada cosa.
 
 
XI
 
¿Qué es lo que oigo, sin oír? 
¿Qué siento yo, sin sentir? 
¿Por qué si no hay nada, hay tanto? 
No hay rumor y se oye un canto, 
canto de voces ahogadas, 
por mi soledad fraguadas; 
figura de sombra tienen; 
no existen y se mantienen, 
sombra de sombras aladas 
en espirales atadas; 
su murmullo suena a llanto, 
nada son y dan espanto. 
Mas ¿las podré resistir, 
latiendo con su latir? 
 
 
XII
 
Estoy velando mi muerte 
y a pesar de ello, estoy viva. 
Aun siento la sangre activa 
y ya terminó mi suerte. 
¡Ay, vida, yo quiero verte! 
A veces dudo que seas: 
martirizarme deseas, 
desde el momento que siendo, 
yo muerta estoy existiendo 
sin que mi velar tú veas. 
 
 
XIII
 
Todo lo siento penar, 
el llanto, la risa, el humo. 
Al bien con el mal lo sumo, 
¡angustioso encadenar! 
Eres, vida, el retornar 
engañoso hacia la nada. 
Te creen radiante jornada, 
y eres abismo insondable. 
No eres sueño irrealizable, 
eres muerte no soñada. 
 
 
XIV
 
¡Qué tremendas las cosas no vividas! 
Tienen más alma que las realizadas. 
Nunca han sido, ni son, ni serán nada, 
y su aspecto de sombra proyectada, 
más que si fueran, la intensifica. 
Si su fantasma no se justifica, 
razón tendrá para querer aislarse: 
que el no ser es también un realizarse, 
quizá de una manera más rotunda. 
Si la sombra se aparta vagabunda, 
el abismo tendrá que consumarse. 
 
 
XV
 
Centrando al mundo él me está rodeando, 
mi vista está esparcida a todas partes: 
son mis ojos gigantes sin baluartes, 
y eternidad al tiempo van robando. 
 
En frenética lucha, están buscando 
ver el final de lo que ya no existe; 
su redondo mirar por fin desiste: 
tanta soberbia los está cegando. 
 
Mas, misterio que sigue perturbando, 
a mis llagados párpados estruja 
y a mis ojos cegados los empuja 
a seguir la negrura investigando.

 

Círculo de la nada

I
 
Yo nací al nivel del suelo, 
pero me estaba elevando.
Mi ser se fue sublimando
y quiso aferrarse al cielo.
Mas tuve angustioso duelo
cuando supe que, subiendo,
al paso que iba ascendiendo,
un triste hueco dejaba,
y una visión se forjaba:
no subo... ¡me estoy hundiendo! 
 
 
II
 
Mi cuerpo, andando el camino,
muy poco lugar recorre.
En cambio, mi alma no corre
y traspasa su destino.
Proceden los dos sin tino;
el uno vuela, y no llega;
inmóvil la otra navega
por regiones que no existen;
mas en su mente persisten,
y al universo se entrega. 
 
 
III
 
Es la cúspide más alta
o en el abismo profundo,
en cualquier plano del mundo,
la paz en mi mente falta.
Y es que mi esencia se exalta
a cada golpe de vida:
tiene un ansia desmedida,
quiere encontrar saciedad;
mas duda que sea verdad
esa paz preconcebida. 
 
 
IV
 
Toda la inquietud del mundo
vino a juntarse en mi ser,
y así comenzó a crecer
este abismo en que hundo.
Por eso tal vez confundo
toda luz con la negrura;
y una obsesión me tortura,
teniéndome aprisionada,
¿he nacido para nada,
o para alcanzar la altura? 
 
 
V
 
En mí siempre el mismo tema:
el de la angustia redonda,
y es que mi razón ahonda
el centro de mi sistema.
Vivo un eterno problema:
a mi ser lo veo perdido,
¿con qué fin habrá nacido,
si tan sólo es una sombra
a la que el vivir asombra
sin encontrarle sentido?

 

Círculo de obscuridad

I
 
Una oscura sombra alada 
al nacer, nació conmigo; 
era un fantasma enemigo 
que al misterio me ligaba. 
Tanto a mi alma atormentaba, 
que la llevó a la locura. 
Vi el infierno y su tortura, 
toqué el fondo del abismo, 
mas conocí el espejismo 
de gozarme en la amargura. 
 
 
II
 
Todo en mi noche es negrura: 
cuando hay luna, es tenebrosa; 
brilla con luz angustiosa, 
mas la oscuridad perdura; 
y si la estrella fulgura, 
su resplandor es de muerte. 
Mi noche en la luz se vierte 
y termina con la aurora. 
Ya el día no existe ahora: 
redonda noche es mi suerte. 
 
 
III
 
Hay un eco de mi aullido, 
que noche a noche me busca, 
y torna mi sombra brusca, 
cual espectro aborrecido. 
Que todo mi contenido 
en la oscuridad resalta, 
pues cuando la luz me falta 
entro a un mundo de locura, 
pierdo voz, pierdo figura, 
sólo mi esencia se exalta. 
 
 
IV
 
A tientas ando el camino, 
y por ello me acongojo, 
pues a lo oscuro me arrojo 
sin encontrar mi destino. 
Y del negro torbellino 
el turbio enigma no entiendo 
¿es que ciega estoy viviendo? 
¿o es que la luz no ha existido? 
Será mejor que el olvido 
me enseñe a vivir no viendo. 
 
 
V
 
Me están doliendo las sienes 
de tanto mirar al cielo, 
pues hoy su azul es de duelo 
y no me presagia bienes. 
Dime, aire, ¿por qué contienes 
en tu claridad las nieblas? 
¿por qué de visiones pueblas 
esa luz que yo veía? 
-Es que atrás de ella temía 
definitivas tinieblas. 
 
 
VI
 
De la negrura más honda 
ya mi alma se está formando. 
La luz se va proyectando 
en la tiniebla que ronda. 
Oscuridad tan redonda 
ha de llegar a moverse. 
Las sombras al extenderse 
fulgor transparentarán, 
Y con su gris humo harán 
mi noche desvanecerse. 
 
 
VII
 
Noche sin despertar en que me hundiera 
un tenebroso sueño que, obstinado, 
a mi triste dormir ha sentenciado 
a humeante gris que terminar espera. 
 
Sin calor ni matiz, mi pobre esfera 
a la esfera del mundo ha contemplado; 
su eterna pequeñez ha equilibrado 
al presentir la inmensidad de afuera. 
 
Padece mi alma en redondez terrible: 
tiene lo suyo y, además, lo adverso. 
Lo mínimo a lo grande hace accesible; 
 
resignación vuelve el camino terso, 
y ya al fin se juntó lo incompatible: 
Mi nada... y el total del universo.

 

 

Décimas a Dios

Producto eres de locura,
mas de locura sublime.
Llevas al Dios que redime
con su inexistente altura.
Eres oculta ranura,
eres el hueco inefable,
la quietud inexplorable,
la invisible salvación.
No hermanas con la razón
porque eres fe inescrutable.
 
Dios, invención admirable,
hecha de ansiedad humana
y de esencia tan arcana,
que se vuelve impenetrable.
¿Por qué no eres tú palpable
para el soberbio que vio?
¿Por qué me dices que no
cuando te pido que vengas?
Dios mío, no te detengas,
o ¿quieres que vaya yo?
 
El inventarte es posible...
Difícil es sostener
la potencia de tu ser,
ser absoluto, intangible.
El que seas invisible
no es el misterio más hondo.
Exaltada hallo tu fondo,
mas cesa mi exaltación,
y tu admirable visión
en mi pensamiento escondo.
 
Yo siempre vivo pensando
cómo serás si es que existes;
de qué esencia te revistes
cuando te vas entregando.
¿Debo a ti llegar callando
para encontrarte en lo oscuro?,
o ¿es el camino seguro
el de la fe luminosa?
¿Es la exaltación grandiosa,
o es el silencio maduro?
 
Tal vez yo no quiera hallarte
y por eso no te veo,
que es el ansioso deseo
el que logra realizarte.
A ti no te toca darte;
si mi soberbia te invoca,
es a mí, a quien me toca,
salir al encuentro tuyo.
Me acerco a ti, te construyo...
Ya tengo fe, ya estoy loca.
 
Dios mío, sé mi pecado,
consiste en verte en concreto;
y tú, el eterno discreto,
por eso me has castigado,
dándome un ser complicado,
que piensa entenderlo todo,
y que jamás halla el modo
de fundir carne con mente,
que pensando con la frente,
se está pudriendo en el lodo.
 
Te quiero hallar en las cosas;
te obligo a que exista el cielo,
intento violar el velo
en que invisible reposas.
Sí, con tu ausencia me acosas
y el no verte me subleva;
pero de pronto se eleva
algo extraño que hay en mí,
y me hace llegar a ti
una fe callada y nueva.
 
No te veo en las estrellas
ni te descubro en las rosas;
no estás en todas las cosas,
son invisibles tus huellas;
pero no, que aquí descuellas,
aquí, en la tortura mía,
en la estéril agonía
de conocer mi impotencia...
¡Allí nace tu presencia
y muere en mi mente fría!
 
No creo en ti, pero te adoro.
¡Qué torpeza estoy diciendo!
Tal vez te estoy presintiendo
y por soberbia te ignoro.
Cuando débil soy, te imploro;
pero si me siento fuerte,
yo soy quien hace la suerte
y quien construye la vida.
¡Pobre de mí, estoy perdida,
también inventé mi muerte!
 
Es la soberbia, Dios mío,
la que me está haciendo hablar.
¿Por qué insisto en descifrar
el ser, la luz, lo sombrío?
Si sólo existe el vacío,
no es a mí a quien me toca
volver mi cabeza loca
tratando de entender todo.
Este orgullo de mi lodo
sólo con fe se sofoca.
 
Fácil es creer en ti
y vivir de tu clemencia,
sin desentrañar tu esencia
y gozando lo de aquí.
Yo por desgracia nací
sentenciada a investigar,
a atormentarme, a pensar
y a no aceptar el misterio;
pero a mi humano criterio
le está vedado volar.
 
No al que me enseñaron, no.
Al eterno inalcanzable,
al oculto inevitable,
al lejano, busco yo.
Al que mi ser inventó,
mi ser lleno de pasiones,
de turbias complicaciones
y rotunda vanidad.
Ser que busca la verdad
y sólo halla negaciones.
 
Hablo de Dios, como el ciego
que hablase de los colores,
e incurro en graves errores
cuando a definirlo llego.
De mi soberbia reniego,
porque tengo que aceptar
que no sabiendo mirar
es imposible entender.
¡Soy ciega y no puedo ver,
y quiero a Dios abarcar!...
 
Dios será la salvación,
pero es difícil hallarlo
porque no basta heredarlo
y pedirle comprensión.
Hay que abrirse el corazón
y las entrañas rasgarse,
y ya desangrada, darse,
olvidándose de todo.
Hay que buscarlo de modo
que Dios tenga que entregarse.
 
Más que nunca te deseo,
y es cuando estás más lejano,
hoy que me consumo en vano
porque ni en la nada creo.
Soledad sola poseo:
opaca, hueca, infinita.
Ni mi sombra me visita,
pues ella salió a buscarte,
y como no pudo hallarte,
volverse conmigo evita.
 
No tengo nada de ti, 
ni tu sombra, ni tu eco;
sólo un invisible hueco
de angustia dentro de mí.
A veces siento que allí
es donde está tu presencia,
porque la extraña insistencia
de no quererte mostrar,
es lo que me hace pensar
que sólo existe tu ausencia.
 
Oculto, ausente, baldío,
hermético, inalterable,
asfixiante, invulnerable,
absorbente, extraño y frío;
así te siento, Dios mío,
cuando sola y angustiada
me consumo alucinada
por lograr mi plenitud,
rompiendo esta esclavitud
a la que estoy condenada.
 
Dime, ¿qué es lo que pretendes
con tu silencio y tu ausencia?
¿En dónde está tu clemencia,
si te imploro y no desciendes?
Me creas de lodo inmundo,
luego en más fango me hundo,
y soy, entonces, culpable.
Dios eterno, inexplicable,
¡qué misterioso es tu mundo!
 
Harás, con mi carne, lodo;
con mi corazón, simiente;
con mi sangre, nuevamente
vida le darás a todo.
Pero, dime, ¿qué acomodo
a mi angustia le hallarás?,
¿en dónde colocarás 
mi abismo de soledades?...
¡Sólo inventando oquedades
que no terminen jamás!
 
Tú sabes de mis pavores
y de mis noches eternas;
de las batallas internas
en que luchan mis ardores
contra los bruscos rigores
de mi helado pensamiento;
conoces mi sufrimiento,
y no me quieres salvar.
¿Qué intentas conmigo hallar?
¿Te sirvo de experimento?
 
¿Tú inventaste el pensamiento?
o, ¿él es el que te inventó?
¿Quién a quién martirizó,
fabricando este tormento:
la angustia que va en aumento?
Si el pensamiento te hizo,
por soberbio y enfermizo,
¡que pague su vanidad!
Mas, si eres tú la verdad,
¡libértame de tu hechizo!
 
Con el corazón te llamo,
con los nervios te deseo,
con la mente no te veo,
y por la vanidad te amo.
De ausencia tuya me inflamo:
no existes y estás presente;
eres el eterno ausente
que de la angustia nació,
y la soledad nutrió
haciéndote omnipotente.
 
¿Por qué con mi inteligencia
te niego rotundamente,
y en mi corazón candente
ya siento latir tu esencia?
Si te inspirase clemencia
y mi tormento midieras,
de mi corazón partieras
dejándolo desolado;
o a mi cerebro ofuscado
con tu presencia invadieras.
 
La angustia y la vanidad,
fundidas, te han inventado,
y después te han obligado
a ser la sola verdad.
Quiso la fatalidad
que me tocases de herencia;
mas me persigue tu ausencia
y me da espanto mi suerte,
pues voy a morir sin verte
y sin comprender tu esencia.
 
¿Acaso tú has conocido
mi conciencia destructora,
la soledad invasora
y las muertes que he vivido?
Si tú hubieses padecido
un instante de amargura,
el pavor de la negrura
y la impotencia de ser
habrías hecho de mi ser
de una materia más pura.
 
¡Ay, cómo te comprometo
con mi egoísta insistencia
de reclamar tu presencia
violando así tu secreto!
Sé que lanzo casi un reto
al no aceptarte como eres.
Pero dime, ¿qué prefieres?
¿Que por cobardía calle
o que, torturada, estalle
diciendo cuánto me hieres?
 
¿Por qué tratas de ocultarte
y de ser tan misterioso,
cuando el corazón ansioso
te siente y no puede hallarte?
¿Por qué no quieres mostrarte?
Dime, si tiene sentido,
que tú existas escondido,
sabiendo que tu presencia
salvaría mi existencia
de la angustia y del olvido.
 
Quizá tú eres mi locura
y por enferma te anhelo;
aunque no busques tu cielo,
ni intente escalar tu altura.
Es que es tanta la amargura
de sola habitar mi vida,
que por hallarme perdida
en un mar de sensaciones,
pretendo que me aprisiones
dándome en tu ser cabida.
 
Ven disfrazado de amor,
de silencio, de quietud,
de ternura, de virtud,
pero aprovecha mi ardor.
A este fuego abrasador
que en mi corazón llamea,
dale un motivo que sea
como eterno combustible.
¡Ya vuélvete, Dios, visible!
¿Qué pierdes con que te vea?
 
No, no es después de la muerte,
cuando eres, Dios, necesario;
es en el infierno diario
cuando es milagro tenerte.
Y aunque no es posible verte
ni tu voz se logra oír,
¡qué alucinación sentir
que en la propia sangre habitas,
y en el corazón palpitas,
mientras él puede latir!
 
 
¿Qué cosas podré decirte
si todo te lo he contado?
Que eres mi Dios inventado
y que insisto en perseguirte;
que mi ambición es sentirte
en todo y a cada instante;
pero que estás muy distante,
más allá del universo.
Entonces ¿por qué converso
contigo, imposible amante?
 
¡Hoy Dios no quiso venir!...
Se fatiga de escucharme,
y no es que deje de amarme,
es que se cansa de oír
que yo lo obligo a existir
rogándole que se muestre.
Soy tan humana y terrestre,
que lo deseo en presencia;
pero si hallo al fin su esencia,
tal vez a Dios lo secuestre...
 
Hoy Dios llegó a visitarme,
y entró por todos mis poros;
cesaron dudas y lloros,
y fue fácil entregarme
pues con sólo anonadarme
en la exaltación que tuve,
mi pensamiento detuve,
y al fin conseguí volar...
¡Sin moverme, sin pensar, 
un instante a Dios retuve!

 

Más allá de lo obscuro

I
 
Dos escaleras existen 
en el fondo de mi ser;
si por una al descender
me voy hundiendo en el suelo,
por la otra me elevo al cielo.
¡Entre ambas he de escoger!
Al final de la primera
todo es ya serenidad;
se terminó la ansiedad,
pero también la esperanza,
y en implacable alianza
con descarnada verdad,
para siempre se confunden
el helado pensamiento
y la nada. Un desaliento
todo el cerebro ha invadido.
El ser no tiene sentido,
es sólo un experimento
de la mudable materia,
¡Ay!, suelo desolador,
¿por qué congelé mi ardor
y descendí la escalera?
Si por la otra yo subiera
cesaría mi pavor.
Es más difícil subir:
el corazón se sofoca
y en cada peldaño toca
espacios que son locura.
Así se llega a la altura...
¡Quisiera volverme loca!
 
 
II 
 
Es mejor la locura, 
la angustia, o el dolor, o la ansiedad, 
que la gris amargura 
de saber con frialdad 
que una misma fabrica su verdad. 
 
 
 
III
 
Buscando en vano claridad un día,
halléme en el confín de la negrura;
me aterró de las sombras la espesura
y el saber que en lo oscuro yo veía.
 
Comenzó en mi cerebro la agonía
de saberme perdida y sin ventura,
en la desolación de una llanura
que sólo negaciones contenía.
 
Traté de huir, mas por desgracia tarde,
las tinieblas me estaban abrasando
con su fuego sin llamas, fuego frío.
 
Me sentí absurda, víctima y cobarde,
y en la extensión sin luz me fui quemando
hasta desvanecerme en el vacío.
 
 
IV
 
La desesperación
me invade, pues bien sé que la tortura
de mi inútil razón
con pensar no se cura,
y sigo investigando en la negrura.
 
 
V
 
Si penetro en el recinto
misterioso en el que moro,
cuando atormentada exploro
de mi ser el laberinto;
si obedeciendo a un instinto
escudriño mi morada,
me dice una voz helada:
"Sólo hay vacío en el centro,
y más allá, más adentro,
sola una imagen, la nada."
 
 
VI
 
Es más allá de lo oscuro,
más adentro del no ser,
suspendido el entender,
tan sólo silencio puro.
Es muralla que sin muro 
resguarda su inexistencia;
no siendo tiene presencia,
lo infinito sobrepasa
y a la eternidad arrasa.
Es la nada, eterna ausencia.
 
 
VII
 
Ya casi no moverse;
estar viviendo, pero exterminada,
sin lograr conmoverse,
sin fijar la mirada.
¡Qué glorioso camino hacia la nada!
 
 
VIII
 
¿Para qué acongojarse
cuando todo tendrá qué terminar?
Es mejor olvidarse,
no sentir, no pensar;
sencillamente ser, sin desear.
 
 
IX
 
¿Por qué me desprendí de la corriente
misteriosa y eterna en la que estaba
fundida, para ser siempre la esclava
de este cuerpo tenaz e independiente?
 
¿Por qué me convertí en un ser viviente
que soporta una sangre que es de lava,
y la angustiosa oscuridad excava,
sabiendo que su audacia es impotente?
 
¿Cuántas veces, pensando en mi materia,
considéreme absurda y sin sentido,
farsa de soledad y de miseria,
 
ridícula criatura del olvido,
máscara sin valor de inútil feria
y eco que no proviene del sonido.
 
 
X
 
¡Hoy mis ansias, mi vuelo, mi amargura,
mis decaimientos y mis sinsabores,
mi maldad, mi pureza, mis pudores
y mi ser que sufriendo no madura!
 
¡Hoy tan sólo pensando en mi figura,
que es vanidad, lujuria, sin amores;
consumiéndome en áridos ardores,
luchando entre la luz y la negrura!
 
Y después de esta angustia no habrá nada.
Hoy soy todo, mañana ya no existo.
Mi infinita ansiedad será truncada...
 
Esto es lo cierto, pero me resisto
a aceptarlo. Por eso, alucinada,
en inventar la eternidad insisto.
 
 
XI
 
Mientras esté yo adherida
a mi pensamiento vano,
mezclando tierra y arcano,
he de continuar perdida.
Tener la cabeza hundida
desentrañando la nada,
y siempre estar limitada
al triste fango sensible,
es perseguir lo imposible,
es volar encadenada.
 
 
XII
 
Esta tortura infinita
que es indagar en la nada,
en mi mente deformada
constantemente se agita;
y es que la soberbia incita
a mi inútil pensamiento
a que defina el intento
de la materia al formarle,
por ver si puede arrancarle 
su secreto al firmamento.
 
 
XIII
 
Yo tenía unas alas misteriosas
con las cuales volaba a tal altura,
que si intentaba contemplar las cosas
 
de abajo, hallaba sólo una llanura
cubierta de egoísmo y vanidades,
de impotentes pasiones, de amargura,
 
de ansiedad de existir, de necedades,
de rostros inventados por espejos,
mascaras de ceniza y falsedades.
 
¡Con mis alas quedaba yo tan lejos
de los huesos que viven disfrazados!
Mi mundo era de sombras y reflejos;
 
mis sentidos estaban libertados
de la carne que engendra podredumbre.
Iban hacia la luz, más sosegados
 
no aspiraban al brillo de la lumbre;
tan sólo a mantener la claridad 
para observar la misteriosa cumbre.
 
Allí acababa al fin la vanidad;
por el silencio estaba dominada
y no era indispensable una verdad,
 
habiendo una quietud tan apartada.
Por fin era infinita mi victoria...
¡No por eterna, sí por elevada!
 
Lejos de la pasión y la memora,
no quedaba de mí sino un aliento
aislado de la humana trayectoria
 
que solía seguir mi pensamiento.
¡Qué lejanas aquellas convulsiones
y aquel continuo interno movimiento,
 
por saciar mis frenéticas pasiones;
mi vanidad, mi máximo egoísmo
y esas tristes perversas obsesiones
 
que cavaron el hueco de mi abismo!
¡Mas todo esto se hallaba tan lejano
de mi asombroso mundo de espejismo!...
 
Pero de pronto un empellón humano
quebró mis alas, y caí perdida
desde el punto más alto de lo arcano.
 
Fue fatal y rotunda mi caída.
De nuevo me agitaba yo en el suelo
por todos los demonios poseída.
 
Alcé los ojos y vi un alto cielo.
¡Cómo anhelé mis alas poderosas
y el vigor admirable de mi vuelo!
Mas ya era yo una fosa entre las fosas.
 
 
XIV
 
Cierto es que estoy limitada
al cuerpo que me circunda,
y que mi ansiedad profunda
está presa, amurallada;
que mi alma vive apresada
en esta absurda figura;
que no existe una hendidura
por donde poder fugarse,
que es fatalidad quedarse
vibrando en la sepultura.
 
 
XV
 
Este amor que me tengo
es la fosa que yo me estoy cavando;
y con él nada obtengo...
Por estarme adorando,
mi congoja se va multiplicando.
 
 
XVI
 
Es total mi egoísmo;
tan sólo vivo para mi inquietud,
y es como un fanatismo
mi triste juventud
que se va convirtiendo en mi ataúd.
 
 
XVII
 
Me está despedazando
un estéril afán: perpetuarme.
Siempre vivo anhelando...
Como no logro darme,
es imposible conseguir saciarme.
 
 
XVIII
 
Mis ojos de observar casi han cegado,
mis pies de caminar están rendidos,
de oír se han destrozado mis oídos
y de tocar mis manos se han secado.
 
¡Cómo pude llegar a tal estado!
Laten descompasados mis latidos,
mis gritos ya tan sólo son gemidos,
mi ardiente esencia casi se ha agotado.
 
Y hay poca variación en mi figura;
todavía es humana su apariencia,
mas empieza a quebrarse mi estructura.
 
Lentamente ha perdido la vehemencia,
y, hundiéndome, me alejo de la hondura
que es la sola razón de mi existencia.
 
 
XIX
 
Soy toda vanidad.
Por dentro me he observado, y he advertido
que supuse ansiedad
lo que sólo es movido
por un afán de hallarme desmedido.
 
 
XX
 
Ciega soy, ciega nací.
Me invade la vanidad:
es mi única verdad,
la sola que conocí.
Con ella al lado crecí,
y ya nos hemos fundido.
Somos un mismo latido;
personificarla puedo;
junto con el ser la heredo,
y hasta a Dios con ella mido.
 
 
XXI
 
Como todo lo invade,
necesita disfraces diferentes,
pues descubrirse evade,
aunque son transparentes
sus ansias de expresiones ascendentes.
 
Con frecuencia se oculta
detrás de la humildad, y es tan modesta,
que su origen sepulta
y nunca manifiesta
que no brillar es lo que más detesta.
 
En otras ocasiones
sube hasta el cerebro y lo domina.
Se extasía en los dones
de mental disciplina,
Saberse pensamiento la fascina.
 
Cuando no es tan cobarde
se atreve a disfrazarse de pasión.
Como en las venas arde,
en honda conmoción,
vibrando disimula su ambición.
 
Por sus ansias de ser
se viste de humillante hipocresía,
pues con tal de ascender
recorre cualquier vía,
y acepta la más baja compañía.
 
Hay veces que no puede
disimular su calidad profana.
Sin quererlo, se excede;
y en vez de ser lozana,
pálida envidia la mostró malsana.
 
Al silencio recurre
cuando el resentimiento la sofoca,
pero entonces ocurre
que al aislarse, provoca
una ascensión, y a la soberbia toca.
 
También suele mostrarse
como el amor que todo purifica,
y creyendo elevarse,
con lo noble trafica.
Piensa así que su esencia dignifica.
 
Por querer ser abstracta
se vuelve línea, luego se exagera
y con la forma pacta
cómo hallar la manera
de retorcerse y ser más duradera.
 
Se insinúa en la sombra,
y con su fuego hacia el color produce.
Ella misma se asombra
al sentir cómo luce
cuando al rojo y morado se reduce.
 
Hasta el eco ha llegado,
y todos los intentos del sonido
con su ardor ha abrasado.
Se filtra en el oído,
como música, estruendo o alarido.
 
Cómo goza al oírse,
la palabra le sirve de expansión.
No le importa sentirse
dulce o grave expresión.
Lo importante es causar expectación.
 
Con la luz se proyecta;
la embriaga el saberse luminosa,
y se siente perfecta
esta absurda ambiciosa
si alumbra su grandeza mentirosa.
 
Al dolor prostituye,
y detrás de la angustia se cobija.
Si de los goces huye,
no es que el llanto la aflija.
Ser lágrimas también la regocija.
 
La vida no le basta
para vibrar, ¡tal es su desenfreno!;
ni la muerte desgasta este humano veneno,
pues también ha abarcado su terreno.
 
Como lo invade todo;
la esperanza, la fe, la caridad,
desde el cielo hasta el lodo,
la virtud, la maldad,
se entiende que la vida es vanidad.
 
 
XXII
 
¿No será vanidad
hablar de vanidad constantemente?
y ¿tendré autoridad
para hacerme presente
narrando los conflictos de mi mente?
 
 
XXIII
 
El silencio no llega.
¿Hasta dónde tendré que ir a buscarlo?
La vanidad me ciega,
y no puedo alcanzarlo.
Demasiado lo grito para hallarlo.
 
 
XXIV
 
Oigo voces extrañas
que llegan de lugares diferentes,
de ignoradas entrañas,
de remotas vertientes
o de lagos de paz inexistentes.
 
 
XXV
 
Hay quienes viven la vida
y hay quienes viven la muerte.
A mí me tocó la suerte
de empezar por la salida.
Fue angustiosa la acogida
que me hizo el mundo al nacer;
y al comenzar a crecer,
por irlo observando todo,
sombras, vanidad y lodo
fueron nutriendo mi ser.
 
 
XXVI
 
¡Nacer, moverse, pensar
y convertirse en conciencia;
ir perdiendo la vehemencia,
resignarse a no volar!
Es dañoso investigar
con el puro entendimiento.
Vive el alma del sustento
que la exaltación le ofrece.
Si existe o no, resplandece
cuando manda el sentimiento.
 
 
XXVII
 
El corazón se marchita
cuando la cabeza manda
y la soberbia nefanda
en sus recintos habita.
La peligrosa visita
va secando el sentimiento,
y el altivo entendimiento
es el que entonces gobierna.
Desde su humana caverna
ha inventado el movimiento.
 
 
XXVIII
 
Movimiento ambicioso,
no puedes competir con la quietud.
Girarás presuroso,
mas tu ansiosa amplitud
jamás conseguirá la exactitud.
 
 
XXIX
 
Si mi ansiedad me lleva
con frecuencia al más hondo desaliento,
otras veces me eleva,
y me causa contento
saber que si hay angustia, hay movimiento.
 
 
XXX
 
Este afán de moverme
es soberbia, egoísmo, vanidad,
ambición que no duerme,
imperiosa ansiedad
de saciarme y volverme eternidad.
 
 
XXXI
 
Este anhelo de hallarme a cada instante,
esta ansiedad de estar en lo presente,
la fija idea de vivir consciente,
la torpe hazaña de velar constante,
 
no son sino soberbia delirante
que estremece mi ser inútilmente,
por carecer de fuerza suficiente
para lograr una quietud triunfante.
 
Su movimiento vil con Dios la enfrenta:
si Dios no existe, existe su recinto.
Ella misma ha inventado su tormenta
 
y a ser rebelde la llevó su instinto.
Se ufana de que nada la amedrenta
y construye su propio laberinto.
 
 
XXXII
 
¿Quién soy yo para hablar
de la soberbia, mi peor pecado?
Yo debiera intentar
que mi ser limitado,
callando, se sintiese compensado.
 
 
XXXIII
 
Si me siento asfixiada,
no debo atribuirlo al sentimiento
que me tiene turbada;
en cambio, sí al intento
de darle forma eterna al pensamiento.
 
 
XXXIV
 
Soberbia, tú misma eres
la que te hundes tratando de elevarte.
Pero ¡qué poco adquieres!
pues con tanto adorarte,
lo único que logras es aislarte.
 
 
XXXV
 
Si yo aprendiese a callar
apartándome de todo
-carne, vanidad y lodo-,
la verdad pudiera hallar.
Si mi anhelante ambular
no fuese absurda ambición,
soberbia de mi razón
que no acepta su impotencia,
se hundiría mi presencia,
brotando mi corazón.
 
 
XXXVI
 
¿Por qué buscar hacia afuera?
Al contrario, si es por dentro
donde ha de hacerse el encuentro.
Nunca en incierta ribera,
ni en tortuosa enredadera
que el cielo aspira a alcanzar.
No se trata de llegar 
agitándose, moverse
es tan sólo retorcerse.
Lo esencial está en callar.
 
 
XXXVII
 
Ya no debo decir nada,
porque el problema es tan hondo,
que empieza en el propio fondo;
y mi lengua limitada
no halla expresión acertada
para vaciar mi ansiedad.
Buscaba antes la verdad,
y hoy sólo sé que no existe;
pero no obstante persiste
mi ambición de eternidad.
 
 
XXXVIII
 
Si busco inmensidad hallo el vacío
y me siento, por tanto, más perdida;
si me refugio en la cobarde vida
para alejarme más del centro mío,
 
es más hondo y temible mi extravío;
mi soledad se torna desmedida.
En cambio, si me aparto y, recogida,
al silencio tan sólo me confío,
 
logro alcanzar la calma resignada
y espero el día en que tal vez acuda
la triunfante quietud, tan deseada,
 
a mitigar mi angustia con su ayuda,
para que mi alma, presa de la nada,
se liberte por siempre de la duda.
 
 
XXXIX
 
Sé que es inútil hablar
y que es vanidad hacerlo,
tanto más si al entenderlo
se insiste aún en gritar;
pero tengo que aceptar
que si yo callo, me hundo.
Mi aullido será infecundo,
pero es mi única defensa.
Es la estéril recompensa
que ha de iluminar mi mundo.
 
 
XL
 
En el fondo de un pozo,
refugio de lo negro y de lo inmundo,
un estéril sollozo
pasea vagabundo,
y adentro del sollozo está mi mundo.
 
 
XLI
 
Admirable quietud,
tú tienes más poder que el movimiento,
pues con tu lasitud,
sin ningún aspaviento,
te elevas más allá del firmamento.
 
 
XLII
 
Ya me elevo, ya me hundo:
tan pronto es Dios el que fabrica el lodo
hasta inventar el mundo,
-este mundo a su modo-,
como soy yo la que construye todo.
 
 
XLIII
 
¡No es tanta mi soledad!...
Me falta resignación
para dar mi corazón
sin indagar la verdad.
Ahogando mi vanidad
tal vez hallaré un sendero,
inventado o verdadero,
que me vuelva soportable
mi conciencia miserable
con la que tanto me hiero.
 
 
XLIV
 
Vivir siempre angustiada
es producto de grave vanidad.
Es soberbia obstinada,
ya que toda ansiedad
termina donde empieza la humildad.
 
 
XLV
 
Humilde soy ahora,
mas lo presente es nada en lo pasado.
Mañana se evapora
este impulso elevado,
y vuelvo a sumergirme en lo enfangado.
 
 
XLVI
 
A Josefina Vicens
 
Tres ficciones del ser,
entre el alma y la mente, conversaban.
Querían exponer
lo que adentro llevaban,
y así sus atributos confesaban.
 
Mi arrebato es veloz.
Cuando llega es inútil resistirme;
mas no es fácil oírme.
Sólo un milagro puede producirme.
 
No tengo dimensiones:
en línea vertical alcanzo el cielo;
en mí no hay desazones,
infinito es mi vuelo;
perdí los pies y no caí en el suelo.
 
Tampoco tengo vida,
y hasta llego a pensar que mi cabeza
como forma no exista.
No me causa extrañeza,
de mis alas depende mi grandeza.
 
Tal vez soy la locura,
o la locura a mí me ha concebido
pero asciendo a la altura
y en la altura resido:
por dentro luz y por fuera olvido.
 
Aunque todo lo ignoro,
mi ciencia en la más alta, nada sé.
Ni investigo ni exploro,
que ya no hay para qué.
Solamente me elevo, soy la fe.
 
Yo no soy generosa,
ya que mi aliento aguarda recompensa.
Como soy engañosa
en mi ambición inmensa,
mientras llego a la meta estoy suspensa.
 
Siempre vivo anhelando,
y el deseo es mi cómplice directo;
aunque no voy volando
ni es mi camino recto,
en la espera he encontrado mi trayecto.
 
Sé bien que no camino,
aunque muevo los pies constantemente.
Por ansiar no adivino,
pero soy insistente,
tenaz, alucinada y absorbente.
 
Cierto es que casi nunca
consigo realizar lo que ambiciono;
mi ilusión queda trunca,
pues no más me apasiono
por aquello que invento y no aprisiono.
 
Si provoco ansiedad,
culpable es mi aliada la tardanza.
Nunca soy realidad.
Si mi sombra no avanza
es porque yo soy nada: la esperanza.
 
Qué podré yo decir
si casi la palabra ya he olvidado;
sin contar ni medir
de la angustia me apiado,
y soy un corazón multiplicado.
 
Olvidé el egoísmo
al reparar en la tortura ajena,
sé arrojarme al abismo,
y la más honda pena
al roce de mi mano se serena.
 
Mi origen con frecuencia
emerge de mi blando corazón
transformado en clemencia,
mas también la razón
determina mi humana condición.
 
Mis manos y mis pies
se agitan ayudando y entendiendo.
¿No tendré un interés
al estarme moviendo,
ya que dejo de ser y sigo siendo?
 
Mi figura es cambiante;
a veces es sencilla, es humildad;
mas mudo de semblante...
Soy también vanidad,
egoísmo invertido: caridad.
 
Después que terminaron,
las tres ficciones de mostrar se esencia,
inmóviles quedaron,
y hundieron su presencia
en el mar de la nada y de la ausencia.
 
 
XLVII
 
Sí, muy claro lo sé,
que buscar es inútil e infecundo;
que es locura la fe,
mas sin ella me hundo.
Por eso de mentiras formo el mundo.

 

 

Mi línea giratoria

I
 
Penas, ¡por cuántos caminos 
llegáis al mismo lugar! 
Viniendo de todas partes 
sólo en un punto os juntáis. 
 
 
II
 
Penas, cuando sois del cuerpo 
yo sí os puedo resistir. 
Penas, si sois del cerebro 
infiernos me hacéis vivir. 
 
 
III
 
¿Qué haría yo sin mis penas? 
Pienso que dejar de ser, 
las tengo desde el nacer: 
ya más que malas son buenas. 
 
 
IV
 
Que en el invierno haga frío 
y en el verano calor, 
que las penas sean penas 
y que se ahonde el amor. 
 
 
V
 
Cuando es de día y hay sol, 
a veces me atrae la muerte, 
cuando es de noche y no hay luna, 
me aterra el fin de mi suerte. 
 
 
VI
 
Mi vista está dividida, 
ve luz y ve oscuridad: 
lo oscuro la tranquiliza, 
la enerva la claridad. 
 
 
VII
 
Mi cuarto es de cuatro metros, 
mi cuerpo mide uno y medio. 
La caja que se me espera 
totalizará mi tedio. 
 
 
VIII
 
 
Muerte, si tú me enamoras, 
deja a la vida que entre. 
No seas celosa, mi frente 
ya es del dominio en que moras. 
 
 
IX
 
 
Yo nunca llegaré a vieja, 
sólo trato a la vejez. 
Soy la más joven del mundo, 
me aparto de la niñez. 
 
 
X
 
La eternidad es comprenderlo todo, 
lo que existe y lo nunca imaginado: 
Eternidad: rotundo consumado. 
 
 
XI
 
Cuán pequeño tiene que ser todo 
para poder formar la eternidad. 
Sólo habiendo minúsculas porciones 
se puede lo infinito realizar. 
 
 
XII
 
Que nunca nos falte Dios 
o lo que por Dios se entiende. 
Oremos por encontrar 
de Dios el equivalente. 
 
 
XIII
 
¿Qué es la tierra? 
Es materia que no tiene sentido, 
triste esfera, rincón no concedido. 
¿Qué hago en ella? 
Con mi esencia tornarla refulgente, 
proyectando mi luz eternamente. 
 
 
XIV
 
Me piensan contradictoria, 
no ven más que mis extremos. 
No conocen mi victoria: 
que mi línea giratoria 
va reuniendo los extremos. 
 
 
XV
 
De mi vocabulario, lo que vale, 
mi lengua lo murmura torpemente, 
pues hay un torbellino que, latente, 
agitando mi sangre, nunca sale. 
 
¡Qué lenguaje tan mudo, qué insistente, 
el que mis venas con pudor sepultan! 
En su sanguíneo laberinto ocultan 
un subterráneo oleaje persistente. 
 
Lo que mi boca dice pobremente, 
es el eco de un eco mantenido 
por palabras que faltas de sonido, 
prisioneras, al mundo creen ausente.

 

Polvo

          ... y en polvo te convertirás. 
          Génesis, capítulo 3, versículo 19 
 
 
I
 
Me envuelve el polvo, y me inquieta.
¿Por qué vendrá de tan lejos?
Y ¿cómo en residuos viejos
mundos pasados sujeta?
-El polvo no tiene meta,
ni principio habrá tenido;
sé que siempre ha contenido,
en su eternidad convulsa,
la arcana fuerza que impulsa
a lo que es y a lo que ha sido.
 
 
II
 
Tu esencia no habrá cambiado,
mas tu trayecto es temible;
si bien naciste apacible,
viviendo te has desquiciado.
Hoy ya estás desorbitado
y en gris confusión avanzas;
a los abismos te lanzas
y los proclamas alturas.
Polvo, ¿por qué te apresuras
exterminando esperanzas?
 
 
III
 
Eras sereno y abstracto;
pero te fuiste esparciendo
Un Dios te fue poseyendo
hasta que adquiriste tacto.
De este divino contacto
te vino inmenso poder,
y en tu continuo ascender
tu cómplice el viento, ha sido.
Hoy todo lo has abatido...
¡Hasta mi indefenso ser!
 
 
IV
 
Polvo constructor del mundo,
mundo de sangre impregnado,
lo gris por rojo has mudado,
lo estéril por lo fecundo.
Es tu poder tan profundo,
que de sangre has hecho ideas;
temo que divino seas
pareciendo terrenal,
pues te presiento inmortal
porque tú mismo te creas.
 
 
V
 
Extraño polvo cenizo
que te pintas de colores,
entiendo que te decores
para ocultar lo enfermizo.
Como eres tan movedizo,
también con la forma juegas,
y derramándote a ciegas
en tumultuoso fluir,
almas logras esculpir,
mas luego de ellas reniegas.
 
 
VI
 
 
Polvo, ¡qué bien te solazas
en tu pardusca envoltura,
mostrando expresión tan pura
que la soberbia disfrazas!
Cobardemente reemplazas
tu orgullo por humildad;
mas oculta es tu maldad,
y eres polvo endemoniado,
pues todo lo has encauzado
a una opaca eternidad.
 
 
VII
 
Mis ojos se están volviendo
cavernas de polvo oscuro;
sus cuencas marcan un duro
trayecto, que va existiendo
entre el ser que está viviendo
y el polvo fiel que desliza
su arcana fuerza plomiza
con crueldad nunca saciada.
¿Por qué si el polvo es la nada,
en mi vista se eterniza?
 
 
VIII
 
Te veo por los tejados, 
por las alas de mi suerte;
en los espejos, al verte,
miro mis poros ajados,
de eterno polvo impregnados,
de antiguas muertes nutridos
al igual que mis sentidos.
Polvo que polvo vas siendo,
mi cuerpo te está sirviendo
de antena de tus latidos.
 
 
IX
 
A un doble polvo enemigo
mi rostro está sentenciado:
al uno nació ya atado;
del otro busca el abrigo.
Dos muertes lleva consigo:
una alegre, otra sombría;
aquélla siempre varía,
ésta sin moverse espera.
Si una es ya mi calavera,
la otra es mi máscara fría.
 
 
X
 
De pronto vi mi cabeza
en el espacio perdida,
con pensamiento, y sin vida,
y sin humana impureza.
Sentí profunda extrañeza;
mas luego entendí mi lodo,
y fui descubriendo el modo
de hacer mi cuerpo infinito:
Mi polvo al polvo remito,
dejo de ser... ¡y soy todo!
 
 
XI
 
¿Qué crimen ha cometido
este polvo en que mi forma
ha creído hallar su norma,
después de nada haber sido?
Debió de estar esparcido
sin tener una conciencia;
hoy la siente en mi presencia
y su soberbia ha purgado,
pues ya es mi ser limitado
que perderá la existencia.
 
 
XII
 
Ya soy criatura sin piel:
el polvo me la ha robado,
brutalmente la ha arrancado
y ahora lo cubre a él.
Mira, polvo, eres cruel:
de fango me has construido,
a mi alma diste sentido
y te va a nutrir mi muerte.
¡Dame otra piel que liberte
este cuerpo escarnecido!
 
 
XIII
 
Cuando en polvo esté esparcida
mi carne ya no vibrante,
y este cerebro enervante
deje de inventar la vida;
ahí en la tierra, perdida,
encontraré polvo amigo,
de alguien que lloró conmigo
hasta consumir sus ojos.
¡Qué alivio que sus despojos
le den a mi polvo abrigo!
 
 
XIV
 
Cuando mi carne podrida,
al irse polvo volviendo,
sienta que se está fundiendo
con alguien que odió en la vida,
querrá buscar la salida
por los poros de la tierra,
pues entablará una guerra
con ese polvo enemigo.
¡Ay, que temible castigo
mezclarse con lo que aterra!
 
 
XV
 
Polvo, ¿por qué me persigues
como si fuera tu presa?
Tu extraño influjo no cesa,
y hacerme tuya consigues;
pero por más que castigues
hoy mi humillada figura,
mañana en la sepultura
te has de ir mezclando conmigo.
Ya no serás mi enemigo...
¡Compartirás mi tortura!
 
 
XVI
 
Polvo, tú crees perturbarme
pensando que no te entiendo.
¡Demasiado te comprendo
para que por ti me alarme!
No tengo por qué inquietarme,
si mucho antes de nacer
ya polvo debí de ser,
y cuando haya terminado,
tan sólo habré retornado
a mi angustioso no ser.
 
 
XVII
 
Polvo que pisan mis pies,
y vas subiendo a mis venas,
tus invisibles arenas
raíces serán después,
que han de producir las mies
en mi materia viviente;
y siempre estará latente
en ti, polvo renovado,
la vida que ha germinado
en misteriosa simiente.
 
 
XVIII
 
Polvo que transporta el viento
y en misterio eterno estás,
aunque no sé adónde vas,
ya te he cedido mi aliento;
vivir contigo presiento,
que cuando deje de ser,
ha de empezar a nacer
lo que haya de mí quedado.
Tú, polvo, habrás transformado
mi muerte en un nuevo ser.
 
 
XIX
 
¡Oh polvo, angustia esparcida!
¡Llanto que en mis huesos llevo!
Pensando en ti, ya me atrevo
a no sentirme en la vida.
Me estoy soñando perdida
en tus hambrientas arenas,
mientras mi carne condenas
y consumes mi figura,
ya somos lo que perdura:
la materia sin cadenas.
 
 
XX
 
Polvo que semejas humo
o que te finges montaña;
polvo cuya inquina y saña
me causa tormento sumo;
a tu hondo existir me sumo
y ya prescindo de mí.
Por gracia tuya nací
y tengo que resignarme,
pues para no desmembrarme
debo refugiarme en ti.
 
 
XXI
 
Polvo, cómplice enemigo,
a un tiempo goce y tortura,
mi libertad y clausura,
mi recompensa y castigo;
todo lo tuyo investigo
porque observándome estoy.
Dicen que viviendo voy,
y yo siendo lo contrario;
mi existir no es voluntario,
de ti, polvo, aliada soy.
 
 
XXII
 
Al fuego, al temible fuego,
al que todo lo devora
con su violencia invasora,
ya sin temores me entrego.
Polvo hará de mí, mas luego
que me convierta en ceniza,
esta lumbre advenediza
tendrá el fin que ha provocado:
mi polvo habrá exterminado
el fuego que me esclaviza.

 

Yo soy mi casa

          Si el amor no lo he cantado, 
          ¿será porque lo he vivido? 
          Si el dolor lo he pregonado, 
          ¿será porque va conmigo? 
 
 
I
 
¿Por qué quise quitarme de las cosas 
del mismo modo como las tomaba? 
¿Por qué nunca fijé yo la mirada 
en materia que tiene que morir? 
¿Por qué siempre traté de resistir 
a este lodo, que mancha con mirarlo? 
¿Por qué intenté ir al mundo y despreciarlo, 
tratando entonces de mirar al cielo? 
¿Por qué busqué en la nada mi consuelo 
y quise que la sombra me gustara? 
¿Por qué huí de que el cuerpo me inquietara 
e hiciera de mis poros sus esclavos? 
¿Por qué insistía en que mis pies atados 
tuvieran libertad para elevarse? 
¿Por qué rogué a mi mente liberarse 
de tanta combinada situación? 
¿Por qué usé tan equívoca pasión 
para calmar mis temblorosas ansias? 
¿Por qué traté de distinguir distancias 
que ojos normales nunca pueden ver? 
 
Porque quise - ¡ay, osada! - que mi ser 
tuviera un prematuro amanecer. 
 
 
II
 
... y me quise volver inalterable, 
y lo logré volviéndome de piedra. 
Era tan tormentosa mi tragedia, 
que tuve que ceder y no fui nadie. 
 
Y no fui nadie...y yo seguí existiendo 
como existen las plantas y las piedras, 
que soportan el sol y las tinieblas, 
sin lograrse expresar, tal vez sintiendo. 
 
Sintiendo que este mundo las rodea, 
que las cobija el cielo y las alumbra, 
pero a pesar de todo, la penumbra 
es más grande, más grande que la idea, 
 
que la idea de salir y levantarse 
hacia un mundo mejor, desconocido, 
donde puedan por fin en escondido 
claro rincón, por una vez hallarse. 
 
 
III
 
¿Por qué estoy sola llorando? 
¿Por qué estoy sola viviendo? 
¿Por qué, pensando y rondando, 
mi sangre voy consumiendo? 
 
¿Qué no se oyen mis lamentos? 
¿Qué no se oyen mis clamores? 
¿Qué no, mis contentamientos, 
tienen sabor a dolores? 
 
Cuando nada me rodea, 
pero todo me obsesiona, 
cuando la dicha me crea, 
pero el dolor me aprisiona. 
 
¿No es de justicia un camino 
aunque deba se fatal? 
¿No es menester que el destino 
me liberte de este mal? 
 
 
IV
 
Camino que a veces veo 
como un abismo angustioso, 
pero que otras veces creo 
un monte maravilloso. 
 
¿Por qué si negro pareces, 
mostrárteme quieres blanco? 
¿Por qué si brillante creces, 
de pronto te tornas llanto? 
 
Rara condición la mía 
de visión tan exaltada: 
mi dicha y mi fantasía, 
mi pena, dolor y ... nada. 
 
 
 
V
 
Escaleras sin peldaños 
mis penas son para mí, 
cadenas de desengaños, 
tributos que al mundo di. 
 
Tienen diferente forma 
y diferente matiz, 
pero unidas por los años, 
mis penas, o mis engaños, 
como sucesión de daños, 
son escaleras en mí.
 
 
VI
 
Casa redonda tenía 
de redonda soledad:
el aire que la invadía
era redonda armonía
de irrespirable ansiedad.
Las mañanas eran noches,
las noches desvanecidas,
las penas muy bien logradas
las dichas muy mal vividas.
Y de ese ambiente redondo,
redondo por negativo,
mi corazón salió herido
y mi conciencia turbada.
Un recuerdo mantenido:
redonda, redonda nada.
 
 
VII
 
Todos hablan de mi vida...
algunos, de mis amores,
nadie de mis sinsabores
ni de mi pena escondida.
Si yo a nadie recrimino
y todo en todos tolero,
¿por qué el mundo, en mi destino,
pretende ser justiciero?
 
 
VIII
 
No es que yo ame el sufrimiento
ni que el placer me desboque,
mi afán es que el alma toque
senderos de redención.
Necesito en mi pasión
bueno y mal amalgamado,
tendré un camino logrado
cuando mi vida y mi suerte,
por haberse realizado,
me hayan dado dicha y muerte.
 
 
IX
 
Cada vez que a un camposanto
llego por casualidad,
en vez de ver tumbas, veo
vidas que viviendo están.
Cuando yo salgo a la calle
y miro gente reunida,
me parece que dormida 
o muerta la gente está.
En vez de figuras creo,
muchas lápidas mirar,
y sus cuerpos imagino
rígidos de eternidad.
 
 
X
 
No sé si muero despierta
o si es que vivo soñando,
si sé que me estoy quemando
y que todo me atormenta.
Lo que a mí sólo me pasa
está más allá de todo,
no hay nadie que de este modo
sentirse pueda en su casa.
Y al decir casa, pretendo,
con un símbolo expresar,
que casa, suelo llamar 
al refugio que yo entiendo
que el alma debe habitar.
 
 
XI
 
Noches con ojos abiertos,
noches de vuelos terribles,
congoja y ansia indecibles,
sueños en sombra despiertos.
Desbordados mis latidos,
mis pasiones desbordadas,
mis ansias, ¡ay, no colmadas!,
casi muertos mis sentidos.
Todo en la noche girando,
filtrándose por mi alma.
Yo clamo por tener calma:
¡Mi Dios, mi Dios! ¿Hasta cuándo?
 
 
XII
 
¡Ay, Luna!, tú no eres luna,
Luna, tú estás más allá,
demasiado luna eres
para poder Luna estar.
¡Ay, Luna, ven en mi ayuda
que yo quiero descifrar,
por qué siendo tú tan luna,
Luna, tan extraña estás!
 
 
XIII
 
¿Qué es lo que mi mente encierra,
que no puedo descifrar?
¿Qué es esta nada que yerra
y que no logro expresar?
No hay lenguaje con qué hablarlo;
no está ni en el pensamiento,
es algo de más adentro,
pertenece a otras regiones.
No pretendo penetrarlo;
soy toda limitaciones.
 
 
XIV
 
¡Ay qué insincera y sincera
rotunda sinceridad!
¡Ay qué intranquila y tranquila
terrible tranquilidad!
No pueden acompasadas
mis sensaciones latir,
tienen que ser desgarradas
por una doble inquietud,
que, perturbando mi alma,
a un tiempo le dé salud.
 
 
XV
 
Sola... tan sola hacia dentro;
y colmada, y destruida,
con las dichas en huida
y el dolor siempre al encuentro.
Cielo e infierno de vida,
solo y pavoroso antro;
asombro de mar de espanto,
aguas de ideas en partida;
confusión no concebida.
¡Qué gran locura de tanto!
 
 
XVI
 
Mi pensamiento siempre tan constante, 
hay momentos que aterra por su hondura, 
pues se agiganta en ritmo y en altura 
y provoca un infierno desbordante 
de angustiosa y caótica locura. 
 
Todo en él se proyecta con tortura, 
las ideas de atrás pasan delante, 
los placeres se fingen amargura, 
las penas dramatizan el instante. 
 
En un desfile eterno y enervante 
van pasando las ansias de mi vida, 
y comparten la lucha maldecida 
de esta gran pesadilla de mi mente, 
que piensa que no existe lo existente. 
 
 
XVII
 
De mi esférica idea de las cosas, 
parten mis inquietudes y mis males, 
pues geométricamente, pienso iguales 
a lo grande y pequeño, porque siendo, 
son de igual importancia; que existiendo, 
sus tamaños no tienen proporciones, 
pues no se miden por sus dimensiones 
y sólo cuentan, porque son totales, 
aunque esféricamente desiguales. 
 
 
XVIII
 
Estrellas que, por ser tantas, 
todas parecéis iguales; 
estrellas que, virginales, 
lograsteis ser infinitas. 
 
¿Acaso luces malditas 
que por turbarme nacieron, 
o es que, acaso, se movieron 
para mí, puertas benditas? 
 
Pero como, al fin, mis cuitas 
en estrellas se fijaron, 
a estrellas, penas se ataron 
de modo tan similar
 
que parecen continuar, 
en espejo reflejado, 
su universo dilatado 
a mi pena universal. 
 
 
XIX
 
Se incubó mi egoísmo en soledad. 
Entonces, ¡no ha de ser tanto egoísmo!... 
Si mi niñez, más que niñez, fue abismo, 
no es raro que llegase a esta verdad: 
que lo único que vale es el ser mismo. 
 
Y que si bien existe en mí, maldad, 
como virtud e indiferencia tengo, 
equilibrando bien y mal, sostengo: 
que hay en mi todo, mi ritmo de igualdad 
que compensa egoísmo y hermandad, 
y hace de una niñez que fue vencida, 
esta egoísta madurez crecida, 
que gime porque sea su verdad 
una entrega total y sin medida. 
 
 
XX
 
Me estoy volcando hacia fuera 
y ahogándome estoy por dentro. 
El mundo es sólo una esfera, 
y es al mundo al que pidiera 
totalidad, que no encuentro. 
 
Totalidad que debiera 
yo, en mí misma, realizar, 
a fuerza de eliminar 
tanta pasión lastimera; 
de modo que se extinguiera 
mi creciente vanidad 
y de este modo pudiera 
dar a mi alma saciedad.
 
 
XXI
 
Ventana de un cuarto, abierta... 
¡Cuánto aire por ella entraba! 
Y yo que en el cuarto estaba, 
a pesar que aire tenía, 
de asfixia casi moría; 
que este aire no me bastaba, 
porque en mi mente llevaba 
la congoja y la aflicción 
de saber que me faltaba, 
la ventana de mi razón. 
 
 
XXII
 
De mi barroco cerebro, 
mi alma se destila intacta; 
en cambio mi cuerpo pacta 
venganzas contra los dos. 
 
Todo mi ser corre en pos 
de un final que no realiza; 
mas ya mi alma se desliza 
y a los dos ya los libera, 
presintiéndoles ribera 
de total penetración. 
 
 
XXIII
 
Hay cosas que yo no digo, 
y que pudiera decir, 
son cosas que están conmigo, 
en mi heredado sentir. 
 
Si estas son cosas del cuerpo 
o a la mente pertenecen, 
o si es que al alma envejecen, 
no tienen explicación. 
 
Sí son oculta expresión, 
que por pudor concentrado, 
no puede mi yo variado 
revelar en su extensión. 
 
 
XXIV
 
Yo soy cóncava y convexa; 
dos medios mundos a un tiempo: 
el turbio que muestra afuera, 
y el mío que llevo dentro. 
 
Son mis dos curvas-mitades 
tan auténticas en mí, 
que a honduras y liviandades 
toda mi esencia les di. 
 
Y en forma tal conviví 
con negro y blanco extremosos, 
que a un mismo tiempo aprendí 
infierno y cielo tortuosos. 
 
 
XXV
 
En una casa habitaba 
que techos blancos tenía, 
y en ella un ser se moría 
y su muerte me mataba. 
 
A la calle yo salía 
y aunque techos no miraba, 
al ser aquel recordaba, 
y su recuerdo me hundía, 
haciendo que su agonía 
en muerte se eternizara.

 

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