ATRÁS PITA AMOR
(México 30 de
mayo de 1918 - México 9 de mayo
de 2000)
Centrando
al mundo
I ¿Cómo no he de llorar si tengo ojos que tienen que mirar y que no miran? ¿Cómo no me he de ahogar si mis pulmones absorben aire, pero no respiran? ¿Cómo no he de tener perturbaciones, si mi sangre no cabe en la existencia? ¿Cómo no he de clamar compensaciones, si en mí todo se adentra con demencia? ¿Cómo no he de desear realizaciones, si me consumo en ansias desiguales? ¿Por qué no he de saciar yo mis pasiones, si me arrastra el tumulto de los males? ¿Y cómo, si respiro tentaciones, va mi pulso a tener ritmos normales? II ¿Por qué no puedo llorar, cuando sufrir puedo tanto? ¿Por qué no me brota el llanto, si no hago más que pensar? ¡Que no puedo soportar lo que en mi mente se agolpa!... Yo prefiero renunciar a esta vida que es locura, que continuar la tortura de vivir con pensamientos. No es posible más tormentos, pues mi cerebro me mata, y eternidad se dilata haciéndome, en vida, ver que pensar es padecer. III Muerte y Vida, sois en mí la misma inquietud doliente, el mismo trayecto ardiente que nace donde termina; una fuerza que domina en idénticas porciones. Vida y Muerte, sois pasiones, un solo círculo hacéis: si distantes parecéis engaño es de cercanía. No hallo en vida lozanía ni en muerte temo final, que yo os uno por igual y en línea curva os realizo, hasta el instante preciso que por haberos juntado sois infinito saciado. IV Como la tierra yo soy de redonda y giratoria. Girando en mí misma doy los matices que en el día, en sucesiva armonía, terminan para empezar. Parece mi despertar claro y sin complicaciones, y son luego mis pasiones que, al sol, fuego hacen brotar. Viene después mi penar, y tarde y noche se unen en sombras que se resumen de nostalgias y ansiedades, y que uniendo mis verdades, cual tierra me hacen girar. V Cual un espejo, reflejo la imagen que está delante; cambia mi faz cada instante, tiene infinitas reacciones: todas ellas son ficciones, espejismos del espejo. Mi cristal está perplejo; inmóvil, al mundo abarca. La nueva visión aparta el recuerdo de la ida. Mi vida está convertida en un reflejo constante de mi transcurrir cambiante. VI Caminaba yo de frente y mi sombra iba detrás. Yo pensé que la cubría, pero mi sombra tenía la potestad suficiente de tornarme transparente, y ocupando mi lugar, ella se filtró silente, y yo, su sombra... fui atrás. VII Eliminando, sí... eliminando, he de hallar, por mí misma, la verdad. Probando todo, pero caminando, al camino certero he de llegar. Mi victoria será nunca parar: tomarlo todo sin anclar en nada, y a fuerza de dejar, irme saciado. ¡Que la muerte me encuentra exterminada! VIII Yo no hablo de la noche oscura por que no hay sol, hablo de la noche negra, eterna porque hay dolor. No es que me falte valor de ver mi noche despierta, es que, velando, estoy muerta y me enciende este negror. ¿Cómo, si muriendo voy, tengo este fulgor de llama? ¿Por qué me quema esta flama, si agonizando ya estoy? Es que, viviendo, yo doy la agonía cada día... Se exalta mi fantasía, mas la noche me reclama. IX La muerte me ha acompañado, puesto que de ella nací. Con muerte adentro crecí y viviendo la he llevado. En mi ser obsesionado la muerte fue mi tortura, porque nací en la amargura y muriendo he caminado. Muerte en vida yo he probado, que se muere cada día: lo que se cree lozanía es ya trayecto pasado. Sólo se dirá colmado lo que por muerto es un hecho, que es el camino deshecho el único realizado. X Cada vez que lloré, con el llanto vertido a la tierra inundé. Cuando me sonreí, con mi risa esparcida todo el aire invadí. Si llegué a suspirar, mis suspiros tornaron más convulsa la mar. El día que yo muera morirá mi figura, mas la esencia vertida quedará retenida, y mi alma victoriosa vibrará conmovida, al vibrar cada cosa. XI ¿Qué es lo que oigo, sin oír? ¿Qué siento yo, sin sentir? ¿Por qué si no hay nada, hay tanto? No hay rumor y se oye un canto, canto de voces ahogadas, por mi soledad fraguadas; figura de sombra tienen; no existen y se mantienen, sombra de sombras aladas en espirales atadas; su murmullo suena a llanto, nada son y dan espanto. Mas ¿las podré resistir, latiendo con su latir? XII Estoy velando mi muerte y a pesar de ello, estoy viva. Aun siento la sangre activa y ya terminó mi suerte. ¡Ay, vida, yo quiero verte! A veces dudo que seas: martirizarme deseas, desde el momento que siendo, yo muerta estoy existiendo sin que mi velar tú veas. XIII Todo lo siento penar, el llanto, la risa, el humo. Al bien con el mal lo sumo, ¡angustioso encadenar! Eres, vida, el retornar engañoso hacia la nada. Te creen radiante jornada, y eres abismo insondable. No eres sueño irrealizable, eres muerte no soñada. XIV ¡Qué tremendas las cosas no vividas! Tienen más alma que las realizadas. Nunca han sido, ni son, ni serán nada, y su aspecto de sombra proyectada, más que si fueran, la intensifica. Si su fantasma no se justifica, razón tendrá para querer aislarse: que el no ser es también un realizarse, quizá de una manera más rotunda. Si la sombra se aparta vagabunda, el abismo tendrá que consumarse. XV Centrando al mundo él me está rodeando, mi vista está esparcida a todas partes: son mis ojos gigantes sin baluartes, y eternidad al tiempo van robando. En frenética lucha, están buscando ver el final de lo que ya no existe; su redondo mirar por fin desiste: tanta soberbia los está cegando. Mas, misterio que sigue perturbando, a mis llagados párpados estruja y a mis ojos cegados los empuja a seguir la negrura investigando.
Círculo
de la nada
I Yo nací al nivel del suelo, pero me estaba elevando. Mi ser se fue sublimando y quiso aferrarse al cielo. Mas tuve angustioso duelo cuando supe que, subiendo, al paso que iba ascendiendo, un triste hueco dejaba, y una visión se forjaba: no subo... ¡me estoy hundiendo! II Mi cuerpo, andando el camino, muy poco lugar recorre. En cambio, mi alma no corre y traspasa su destino. Proceden los dos sin tino; el uno vuela, y no llega; inmóvil la otra navega por regiones que no existen; mas en su mente persisten, y al universo se entrega. III Es la cúspide más alta o en el abismo profundo, en cualquier plano del mundo, la paz en mi mente falta. Y es que mi esencia se exalta a cada golpe de vida: tiene un ansia desmedida, quiere encontrar saciedad; mas duda que sea verdad esa paz preconcebida. IV Toda la inquietud del mundo vino a juntarse en mi ser, y así comenzó a crecer este abismo en que hundo. Por eso tal vez confundo toda luz con la negrura; y una obsesión me tortura, teniéndome aprisionada, ¿he nacido para nada, o para alcanzar la altura? V En mí siempre el mismo tema: el de la angustia redonda, y es que mi razón ahonda el centro de mi sistema. Vivo un eterno problema: a mi ser lo veo perdido, ¿con qué fin habrá nacido, si tan sólo es una sombra a la que el vivir asombra sin encontrarle sentido?
Círculo
de obscuridad
I Una oscura sombra alada al nacer, nació conmigo; era un fantasma enemigo que al misterio me ligaba. Tanto a mi alma atormentaba, que la llevó a la locura. Vi el infierno y su tortura, toqué el fondo del abismo, mas conocí el espejismo de gozarme en la amargura. II Todo en mi noche es negrura: cuando hay luna, es tenebrosa; brilla con luz angustiosa, mas la oscuridad perdura; y si la estrella fulgura, su resplandor es de muerte. Mi noche en la luz se vierte y termina con la aurora. Ya el día no existe ahora: redonda noche es mi suerte. III Hay un eco de mi aullido, que noche a noche me busca, y torna mi sombra brusca, cual espectro aborrecido. Que todo mi contenido en la oscuridad resalta, pues cuando la luz me falta entro a un mundo de locura, pierdo voz, pierdo figura, sólo mi esencia se exalta. IV A tientas ando el camino, y por ello me acongojo, pues a lo oscuro me arrojo sin encontrar mi destino. Y del negro torbellino el turbio enigma no entiendo ¿es que ciega estoy viviendo? ¿o es que la luz no ha existido? Será mejor que el olvido me enseñe a vivir no viendo. V Me están doliendo las sienes de tanto mirar al cielo, pues hoy su azul es de duelo y no me presagia bienes. Dime, aire, ¿por qué contienes en tu claridad las nieblas? ¿por qué de visiones pueblas esa luz que yo veía? -Es que atrás de ella temía definitivas tinieblas. VI De la negrura más honda ya mi alma se está formando. La luz se va proyectando en la tiniebla que ronda. Oscuridad tan redonda ha de llegar a moverse. Las sombras al extenderse fulgor transparentarán, Y con su gris humo harán mi noche desvanecerse. VII Noche sin despertar en que me hundiera un tenebroso sueño que, obstinado, a mi triste dormir ha sentenciado a humeante gris que terminar espera. Sin calor ni matiz, mi pobre esfera a la esfera del mundo ha contemplado; su eterna pequeñez ha equilibrado al presentir la inmensidad de afuera. Padece mi alma en redondez terrible: tiene lo suyo y, además, lo adverso. Lo mínimo a lo grande hace accesible; resignación vuelve el camino terso, y ya al fin se juntó lo incompatible: Mi nada... y el total del universo.
Décimas
a Dios
Producto eres de locura, mas de locura sublime. Llevas al Dios que redime con su inexistente altura. Eres oculta ranura, eres el hueco inefable, la quietud inexplorable, la invisible salvación. No hermanas con la razón porque eres fe inescrutable. Dios, invención admirable, hecha de ansiedad humana y de esencia tan arcana, que se vuelve impenetrable. ¿Por qué no eres tú palpable para el soberbio que vio? ¿Por qué me dices que no cuando te pido que vengas? Dios mío, no te detengas, o ¿quieres que vaya yo? El inventarte es posible... Difícil es sostener la potencia de tu ser, ser absoluto, intangible. El que seas invisible no es el misterio más hondo. Exaltada hallo tu fondo, mas cesa mi exaltación, y tu admirable visión en mi pensamiento escondo. Yo siempre vivo pensando cómo serás si es que existes; de qué esencia te revistes cuando te vas entregando. ¿Debo a ti llegar callando para encontrarte en lo oscuro?, o ¿es el camino seguro el de la fe luminosa? ¿Es la exaltación grandiosa, o es el silencio maduro? Tal vez yo no quiera hallarte y por eso no te veo, que es el ansioso deseo el que logra realizarte. A ti no te toca darte; si mi soberbia te invoca, es a mí, a quien me toca, salir al encuentro tuyo. Me acerco a ti, te construyo... Ya tengo fe, ya estoy loca. Dios mío, sé mi pecado, consiste en verte en concreto; y tú, el eterno discreto, por eso me has castigado, dándome un ser complicado, que piensa entenderlo todo, y que jamás halla el modo de fundir carne con mente, que pensando con la frente, se está pudriendo en el lodo. Te quiero hallar en las cosas; te obligo a que exista el cielo, intento violar el velo en que invisible reposas. Sí, con tu ausencia me acosas y el no verte me subleva; pero de pronto se eleva algo extraño que hay en mí, y me hace llegar a ti una fe callada y nueva. No te veo en las estrellas ni te descubro en las rosas; no estás en todas las cosas, son invisibles tus huellas; pero no, que aquí descuellas, aquí, en la tortura mía, en la estéril agonía de conocer mi impotencia... ¡Allí nace tu presencia y muere en mi mente fría! No creo en ti, pero te adoro. ¡Qué torpeza estoy diciendo! Tal vez te estoy presintiendo y por soberbia te ignoro. Cuando débil soy, te imploro; pero si me siento fuerte, yo soy quien hace la suerte y quien construye la vida. ¡Pobre de mí, estoy perdida, también inventé mi muerte! Es la soberbia, Dios mío, la que me está haciendo hablar. ¿Por qué insisto en descifrar el ser, la luz, lo sombrío? Si sólo existe el vacío, no es a mí a quien me toca volver mi cabeza loca tratando de entender todo. Este orgullo de mi lodo sólo con fe se sofoca. Fácil es creer en ti y vivir de tu clemencia, sin desentrañar tu esencia y gozando lo de aquí. Yo por desgracia nací sentenciada a investigar, a atormentarme, a pensar y a no aceptar el misterio; pero a mi humano criterio le está vedado volar. No al que me enseñaron, no. Al eterno inalcanzable, al oculto inevitable, al lejano, busco yo. Al que mi ser inventó, mi ser lleno de pasiones, de turbias complicaciones y rotunda vanidad. Ser que busca la verdad y sólo halla negaciones. Hablo de Dios, como el ciego que hablase de los colores, e incurro en graves errores cuando a definirlo llego. De mi soberbia reniego, porque tengo que aceptar que no sabiendo mirar es imposible entender. ¡Soy ciega y no puedo ver, y quiero a Dios abarcar!... Dios será la salvación, pero es difícil hallarlo porque no basta heredarlo y pedirle comprensión. Hay que abrirse el corazón y las entrañas rasgarse, y ya desangrada, darse, olvidándose de todo. Hay que buscarlo de modo que Dios tenga que entregarse. Más que nunca te deseo, y es cuando estás más lejano, hoy que me consumo en vano porque ni en la nada creo. Soledad sola poseo: opaca, hueca, infinita. Ni mi sombra me visita, pues ella salió a buscarte, y como no pudo hallarte, volverse conmigo evita. No tengo nada de ti, ni tu sombra, ni tu eco; sólo un invisible hueco de angustia dentro de mí. A veces siento que allí es donde está tu presencia, porque la extraña insistencia de no quererte mostrar, es lo que me hace pensar que sólo existe tu ausencia. Oculto, ausente, baldío, hermético, inalterable, asfixiante, invulnerable, absorbente, extraño y frío; así te siento, Dios mío, cuando sola y angustiada me consumo alucinada por lograr mi plenitud, rompiendo esta esclavitud a la que estoy condenada. Dime, ¿qué es lo que pretendes con tu silencio y tu ausencia? ¿En dónde está tu clemencia, si te imploro y no desciendes? Me creas de lodo inmundo, luego en más fango me hundo, y soy, entonces, culpable. Dios eterno, inexplicable, ¡qué misterioso es tu mundo! Harás, con mi carne, lodo; con mi corazón, simiente; con mi sangre, nuevamente vida le darás a todo. Pero, dime, ¿qué acomodo a mi angustia le hallarás?, ¿en dónde colocarás mi abismo de soledades?... ¡Sólo inventando oquedades que no terminen jamás! Tú sabes de mis pavores y de mis noches eternas; de las batallas internas en que luchan mis ardores contra los bruscos rigores de mi helado pensamiento; conoces mi sufrimiento, y no me quieres salvar. ¿Qué intentas conmigo hallar? ¿Te sirvo de experimento? ¿Tú inventaste el pensamiento? o, ¿él es el que te inventó? ¿Quién a quién martirizó, fabricando este tormento: la angustia que va en aumento? Si el pensamiento te hizo, por soberbio y enfermizo, ¡que pague su vanidad! Mas, si eres tú la verdad, ¡libértame de tu hechizo! Con el corazón te llamo, con los nervios te deseo, con la mente no te veo, y por la vanidad te amo. De ausencia tuya me inflamo: no existes y estás presente; eres el eterno ausente que de la angustia nació, y la soledad nutrió haciéndote omnipotente. ¿Por qué con mi inteligencia te niego rotundamente, y en mi corazón candente ya siento latir tu esencia? Si te inspirase clemencia y mi tormento midieras, de mi corazón partieras dejándolo desolado; o a mi cerebro ofuscado con tu presencia invadieras. La angustia y la vanidad, fundidas, te han inventado, y después te han obligado a ser la sola verdad. Quiso la fatalidad que me tocases de herencia; mas me persigue tu ausencia y me da espanto mi suerte, pues voy a morir sin verte y sin comprender tu esencia. ¿Acaso tú has conocido mi conciencia destructora, la soledad invasora y las muertes que he vivido? Si tú hubieses padecido un instante de amargura, el pavor de la negrura y la impotencia de ser habrías hecho de mi ser de una materia más pura. ¡Ay, cómo te comprometo con mi egoísta insistencia de reclamar tu presencia violando así tu secreto! Sé que lanzo casi un reto al no aceptarte como eres. Pero dime, ¿qué prefieres? ¿Que por cobardía calle o que, torturada, estalle diciendo cuánto me hieres? ¿Por qué tratas de ocultarte y de ser tan misterioso, cuando el corazón ansioso te siente y no puede hallarte? ¿Por qué no quieres mostrarte? Dime, si tiene sentido, que tú existas escondido, sabiendo que tu presencia salvaría mi existencia de la angustia y del olvido. Quizá tú eres mi locura y por enferma te anhelo; aunque no busques tu cielo, ni intente escalar tu altura. Es que es tanta la amargura de sola habitar mi vida, que por hallarme perdida en un mar de sensaciones, pretendo que me aprisiones dándome en tu ser cabida. Ven disfrazado de amor, de silencio, de quietud, de ternura, de virtud, pero aprovecha mi ardor. A este fuego abrasador que en mi corazón llamea, dale un motivo que sea como eterno combustible. ¡Ya vuélvete, Dios, visible! ¿Qué pierdes con que te vea? No, no es después de la muerte, cuando eres, Dios, necesario; es en el infierno diario cuando es milagro tenerte. Y aunque no es posible verte ni tu voz se logra oír, ¡qué alucinación sentir que en la propia sangre habitas, y en el corazón palpitas, mientras él puede latir! ¿Qué cosas podré decirte si todo te lo he contado? Que eres mi Dios inventado y que insisto en perseguirte; que mi ambición es sentirte en todo y a cada instante; pero que estás muy distante, más allá del universo. Entonces ¿por qué converso contigo, imposible amante? ¡Hoy Dios no quiso venir!... Se fatiga de escucharme, y no es que deje de amarme, es que se cansa de oír que yo lo obligo a existir rogándole que se muestre. Soy tan humana y terrestre, que lo deseo en presencia; pero si hallo al fin su esencia, tal vez a Dios lo secuestre... Hoy Dios llegó a visitarme, y entró por todos mis poros; cesaron dudas y lloros, y fue fácil entregarme pues con sólo anonadarme en la exaltación que tuve, mi pensamiento detuve, y al fin conseguí volar... ¡Sin moverme, sin pensar,
un instante a Dios retuve! Más
allá de lo obscuro
I Dos escaleras existen en el fondo de mi ser; si por una al descender me voy hundiendo en el suelo, por la otra me elevo al cielo. ¡Entre ambas he de escoger! Al final de la primera todo es ya serenidad; se terminó la ansiedad, pero también la esperanza, y en implacable alianza con descarnada verdad, para siempre se confunden el helado pensamiento y la nada. Un desaliento todo el cerebro ha invadido. El ser no tiene sentido, es sólo un experimento de la mudable materia, ¡Ay!, suelo desolador, ¿por qué congelé mi ardor y descendí la escalera? Si por la otra yo subiera cesaría mi pavor. Es más difícil subir: el corazón se sofoca y en cada peldaño toca espacios que son locura. Así se llega a la altura... ¡Quisiera volverme loca! II Es mejor la locura, la angustia, o el dolor, o la ansiedad, que la gris amargura de saber con frialdad que una misma fabrica su verdad. III Buscando en vano claridad un día, halléme en el confín de la negrura; me aterró de las sombras la espesura y el saber que en lo oscuro yo veía. Comenzó en mi cerebro la agonía de saberme perdida y sin ventura, en la desolación de una llanura que sólo negaciones contenía. Traté de huir, mas por desgracia tarde, las tinieblas me estaban abrasando con su fuego sin llamas, fuego frío. Me sentí absurda, víctima y cobarde, y en la extensión sin luz me fui quemando hasta desvanecerme en el vacío. IV La desesperación me invade, pues bien sé que la tortura de mi inútil razón con pensar no se cura, y sigo investigando en la negrura. V Si penetro en el recinto misterioso en el que moro, cuando atormentada exploro de mi ser el laberinto; si obedeciendo a un instinto escudriño mi morada, me dice una voz helada: "Sólo hay vacío en el centro, y más allá, más adentro, sola una imagen, la nada." VI Es más allá de lo oscuro, más adentro del no ser, suspendido el entender, tan sólo silencio puro. Es muralla que sin muro resguarda su inexistencia; no siendo tiene presencia, lo infinito sobrepasa y a la eternidad arrasa. Es la nada, eterna ausencia. VII Ya casi no moverse; estar viviendo, pero exterminada, sin lograr conmoverse, sin fijar la mirada. ¡Qué glorioso camino hacia la nada! VIII ¿Para qué acongojarse cuando todo tendrá qué terminar? Es mejor olvidarse, no sentir, no pensar; sencillamente ser, sin desear. IX ¿Por qué me desprendí de la corriente misteriosa y eterna en la que estaba fundida, para ser siempre la esclava de este cuerpo tenaz e independiente? ¿Por qué me convertí en un ser viviente que soporta una sangre que es de lava, y la angustiosa oscuridad excava, sabiendo que su audacia es impotente? ¿Cuántas veces, pensando en mi materia, considéreme absurda y sin sentido, farsa de soledad y de miseria, ridícula criatura del olvido, máscara sin valor de inútil feria y eco que no proviene del sonido. X ¡Hoy mis ansias, mi vuelo, mi amargura, mis decaimientos y mis sinsabores, mi maldad, mi pureza, mis pudores y mi ser que sufriendo no madura! ¡Hoy tan sólo pensando en mi figura, que es vanidad, lujuria, sin amores; consumiéndome en áridos ardores, luchando entre la luz y la negrura! Y después de esta angustia no habrá nada. Hoy soy todo, mañana ya no existo. Mi infinita ansiedad será truncada... Esto es lo cierto, pero me resisto a aceptarlo. Por eso, alucinada, en inventar la eternidad insisto. XI Mientras esté yo adherida a mi pensamiento vano, mezclando tierra y arcano, he de continuar perdida. Tener la cabeza hundida desentrañando la nada, y siempre estar limitada al triste fango sensible, es perseguir lo imposible, es volar encadenada. XII Esta tortura infinita que es indagar en la nada, en mi mente deformada constantemente se agita; y es que la soberbia incita a mi inútil pensamiento a que defina el intento de la materia al formarle, por ver si puede arrancarle su secreto al firmamento. XIII Yo tenía unas alas misteriosas con las cuales volaba a tal altura, que si intentaba contemplar las cosas de abajo, hallaba sólo una llanura cubierta de egoísmo y vanidades, de impotentes pasiones, de amargura, de ansiedad de existir, de necedades, de rostros inventados por espejos, mascaras de ceniza y falsedades. ¡Con mis alas quedaba yo tan lejos de los huesos que viven disfrazados! Mi mundo era de sombras y reflejos; mis sentidos estaban libertados de la carne que engendra podredumbre. Iban hacia la luz, más sosegados no aspiraban al brillo de la lumbre; tan sólo a mantener la claridad para observar la misteriosa cumbre. Allí acababa al fin la vanidad; por el silencio estaba dominada y no era indispensable una verdad, habiendo una quietud tan apartada. Por fin era infinita mi victoria... ¡No por eterna, sí por elevada! Lejos de la pasión y la memora, no quedaba de mí sino un aliento aislado de la humana trayectoria que solía seguir mi pensamiento. ¡Qué lejanas aquellas convulsiones y aquel continuo interno movimiento, por saciar mis frenéticas pasiones; mi vanidad, mi máximo egoísmo y esas tristes perversas obsesiones que cavaron el hueco de mi abismo! ¡Mas todo esto se hallaba tan lejano de mi asombroso mundo de espejismo!... Pero de pronto un empellón humano quebró mis alas, y caí perdida desde el punto más alto de lo arcano. Fue fatal y rotunda mi caída. De nuevo me agitaba yo en el suelo por todos los demonios poseída. Alcé los ojos y vi un alto cielo. ¡Cómo anhelé mis alas poderosas y el vigor admirable de mi vuelo! Mas ya era yo una fosa entre las fosas. XIV Cierto es que estoy limitada al cuerpo que me circunda, y que mi ansiedad profunda está presa, amurallada; que mi alma vive apresada en esta absurda figura; que no existe una hendidura por donde poder fugarse, que es fatalidad quedarse vibrando en la sepultura. XV Este amor que me tengo es la fosa que yo me estoy cavando; y con él nada obtengo... Por estarme adorando, mi congoja se va multiplicando. XVI Es total mi egoísmo; tan sólo vivo para mi inquietud, y es como un fanatismo mi triste juventud que se va convirtiendo en mi ataúd. XVII Me está despedazando un estéril afán: perpetuarme. Siempre vivo anhelando... Como no logro darme, es imposible conseguir saciarme. XVIII Mis ojos de observar casi han cegado, mis pies de caminar están rendidos, de oír se han destrozado mis oídos y de tocar mis manos se han secado. ¡Cómo pude llegar a tal estado! Laten descompasados mis latidos, mis gritos ya tan sólo son gemidos, mi ardiente esencia casi se ha agotado. Y hay poca variación en mi figura; todavía es humana su apariencia, mas empieza a quebrarse mi estructura. Lentamente ha perdido la vehemencia, y, hundiéndome, me alejo de la hondura que es la sola razón de mi existencia. XIX Soy toda vanidad. Por dentro me he observado, y he advertido que supuse ansiedad lo que sólo es movido por un afán de hallarme desmedido. XX Ciega soy, ciega nací. Me invade la vanidad: es mi única verdad, la sola que conocí. Con ella al lado crecí, y ya nos hemos fundido. Somos un mismo latido; personificarla puedo; junto con el ser la heredo, y hasta a Dios con ella mido. XXI Como todo lo invade, necesita disfraces diferentes, pues descubrirse evade, aunque son transparentes sus ansias de expresiones ascendentes. Con frecuencia se oculta detrás de la humildad, y es tan modesta, que su origen sepulta y nunca manifiesta que no brillar es lo que más detesta. En otras ocasiones sube hasta el cerebro y lo domina. Se extasía en los dones de mental disciplina, Saberse pensamiento la fascina. Cuando no es tan cobarde se atreve a disfrazarse de pasión. Como en las venas arde, en honda conmoción, vibrando disimula su ambición. Por sus ansias de ser se viste de humillante hipocresía, pues con tal de ascender recorre cualquier vía, y acepta la más baja compañía. Hay veces que no puede disimular su calidad profana. Sin quererlo, se excede; y en vez de ser lozana, pálida envidia la mostró malsana. Al silencio recurre cuando el resentimiento la sofoca, pero entonces ocurre que al aislarse, provoca una ascensión, y a la soberbia toca. También suele mostrarse como el amor que todo purifica, y creyendo elevarse, con lo noble trafica. Piensa así que su esencia dignifica. Por querer ser abstracta se vuelve línea, luego se exagera y con la forma pacta cómo hallar la manera de retorcerse y ser más duradera. Se insinúa en la sombra, y con su fuego hacia el color produce. Ella misma se asombra al sentir cómo luce cuando al rojo y morado se reduce. Hasta el eco ha llegado, y todos los intentos del sonido con su ardor ha abrasado. Se filtra en el oído, como música, estruendo o alarido. Cómo goza al oírse, la palabra le sirve de expansión. No le importa sentirse dulce o grave expresión. Lo importante es causar expectación. Con la luz se proyecta; la embriaga el saberse luminosa, y se siente perfecta esta absurda ambiciosa si alumbra su grandeza mentirosa. Al dolor prostituye, y detrás de la angustia se cobija. Si de los goces huye, no es que el llanto la aflija. Ser lágrimas también la regocija. La vida no le basta para vibrar, ¡tal es su desenfreno!; ni la muerte desgasta este humano veneno, pues también ha abarcado su terreno. Como lo invade todo; la esperanza, la fe, la caridad, desde el cielo hasta el lodo, la virtud, la maldad, se entiende que la vida es vanidad. XXII ¿No será vanidad hablar de vanidad constantemente? y ¿tendré autoridad para hacerme presente narrando los conflictos de mi mente? XXIII El silencio no llega. ¿Hasta dónde tendré que ir a buscarlo? La vanidad me ciega, y no puedo alcanzarlo. Demasiado lo grito para hallarlo. XXIV Oigo voces extrañas que llegan de lugares diferentes, de ignoradas entrañas, de remotas vertientes o de lagos de paz inexistentes. XXV Hay quienes viven la vida y hay quienes viven la muerte. A mí me tocó la suerte de empezar por la salida. Fue angustiosa la acogida que me hizo el mundo al nacer; y al comenzar a crecer, por irlo observando todo, sombras, vanidad y lodo fueron nutriendo mi ser. XXVI ¡Nacer, moverse, pensar y convertirse en conciencia; ir perdiendo la vehemencia, resignarse a no volar! Es dañoso investigar con el puro entendimiento. Vive el alma del sustento que la exaltación le ofrece. Si existe o no, resplandece cuando manda el sentimiento. XXVII El corazón se marchita cuando la cabeza manda y la soberbia nefanda en sus recintos habita. La peligrosa visita va secando el sentimiento, y el altivo entendimiento es el que entonces gobierna. Desde su humana caverna ha inventado el movimiento. XXVIII Movimiento ambicioso, no puedes competir con la quietud. Girarás presuroso, mas tu ansiosa amplitud jamás conseguirá la exactitud. XXIX Si mi ansiedad me lleva con frecuencia al más hondo desaliento, otras veces me eleva, y me causa contento saber que si hay angustia, hay movimiento. XXX Este afán de moverme es soberbia, egoísmo, vanidad, ambición que no duerme, imperiosa ansiedad de saciarme y volverme eternidad. XXXI Este anhelo de hallarme a cada instante, esta ansiedad de estar en lo presente, la fija idea de vivir consciente, la torpe hazaña de velar constante, no son sino soberbia delirante que estremece mi ser inútilmente, por carecer de fuerza suficiente para lograr una quietud triunfante. Su movimiento vil con Dios la enfrenta: si Dios no existe, existe su recinto. Ella misma ha inventado su tormenta y a ser rebelde la llevó su instinto. Se ufana de que nada la amedrenta y construye su propio laberinto. XXXII ¿Quién soy yo para hablar de la soberbia, mi peor pecado? Yo debiera intentar que mi ser limitado, callando, se sintiese compensado. XXXIII Si me siento asfixiada, no debo atribuirlo al sentimiento que me tiene turbada; en cambio, sí al intento de darle forma eterna al pensamiento. XXXIV Soberbia, tú misma eres la que te hundes tratando de elevarte. Pero ¡qué poco adquieres! pues con tanto adorarte, lo único que logras es aislarte. XXXV Si yo aprendiese a callar apartándome de todo -carne, vanidad y lodo-, la verdad pudiera hallar. Si mi anhelante ambular no fuese absurda ambición, soberbia de mi razón que no acepta su impotencia, se hundiría mi presencia, brotando mi corazón. XXXVI ¿Por qué buscar hacia afuera? Al contrario, si es por dentro donde ha de hacerse el encuentro. Nunca en incierta ribera, ni en tortuosa enredadera que el cielo aspira a alcanzar. No se trata de llegar agitándose, moverse es tan sólo retorcerse. Lo esencial está en callar. XXXVII Ya no debo decir nada, porque el problema es tan hondo, que empieza en el propio fondo; y mi lengua limitada no halla expresión acertada para vaciar mi ansiedad. Buscaba antes la verdad, y hoy sólo sé que no existe; pero no obstante persiste mi ambición de eternidad. XXXVIII Si busco inmensidad hallo el vacío y me siento, por tanto, más perdida; si me refugio en la cobarde vida para alejarme más del centro mío, es más hondo y temible mi extravío; mi soledad se torna desmedida. En cambio, si me aparto y, recogida, al silencio tan sólo me confío, logro alcanzar la calma resignada y espero el día en que tal vez acuda la triunfante quietud, tan deseada, a mitigar mi angustia con su ayuda, para que mi alma, presa de la nada, se liberte por siempre de la duda. XXXIX Sé que es inútil hablar y que es vanidad hacerlo, tanto más si al entenderlo se insiste aún en gritar; pero tengo que aceptar que si yo callo, me hundo. Mi aullido será infecundo, pero es mi única defensa. Es la estéril recompensa que ha de iluminar mi mundo. XL En el fondo de un pozo, refugio de lo negro y de lo inmundo, un estéril sollozo pasea vagabundo, y adentro del sollozo está mi mundo. XLI Admirable quietud, tú tienes más poder que el movimiento, pues con tu lasitud, sin ningún aspaviento, te elevas más allá del firmamento. XLII Ya me elevo, ya me hundo: tan pronto es Dios el que fabrica el lodo hasta inventar el mundo, -este mundo a su modo-, como soy yo la que construye todo. XLIII ¡No es tanta mi soledad!... Me falta resignación para dar mi corazón sin indagar la verdad. Ahogando mi vanidad tal vez hallaré un sendero, inventado o verdadero, que me vuelva soportable mi conciencia miserable con la que tanto me hiero. XLIV Vivir siempre angustiada es producto de grave vanidad. Es soberbia obstinada, ya que toda ansiedad termina donde empieza la humildad. XLV Humilde soy ahora, mas lo presente es nada en lo pasado. Mañana se evapora este impulso elevado, y vuelvo a sumergirme en lo enfangado. XLVI A Josefina Vicens Tres ficciones del ser, entre el alma y la mente, conversaban. Querían exponer lo que adentro llevaban, y así sus atributos confesaban. Mi arrebato es veloz. Cuando llega es inútil resistirme; mas no es fácil oírme. Sólo un milagro puede producirme. No tengo dimensiones: en línea vertical alcanzo el cielo; en mí no hay desazones, infinito es mi vuelo; perdí los pies y no caí en el suelo. Tampoco tengo vida, y hasta llego a pensar que mi cabeza como forma no exista. No me causa extrañeza, de mis alas depende mi grandeza. Tal vez soy la locura, o la locura a mí me ha concebido pero asciendo a la altura y en la altura resido: por dentro luz y por fuera olvido. Aunque todo lo ignoro, mi ciencia en la más alta, nada sé. Ni investigo ni exploro, que ya no hay para qué. Solamente me elevo, soy la fe. Yo no soy generosa, ya que mi aliento aguarda recompensa. Como soy engañosa en mi ambición inmensa, mientras llego a la meta estoy suspensa. Siempre vivo anhelando, y el deseo es mi cómplice directo; aunque no voy volando ni es mi camino recto, en la espera he encontrado mi trayecto. Sé bien que no camino, aunque muevo los pies constantemente. Por ansiar no adivino, pero soy insistente, tenaz, alucinada y absorbente. Cierto es que casi nunca consigo realizar lo que ambiciono; mi ilusión queda trunca, pues no más me apasiono por aquello que invento y no aprisiono. Si provoco ansiedad, culpable es mi aliada la tardanza. Nunca soy realidad. Si mi sombra no avanza es porque yo soy nada: la esperanza. Qué podré yo decir si casi la palabra ya he olvidado; sin contar ni medir de la angustia me apiado, y soy un corazón multiplicado. Olvidé el egoísmo al reparar en la tortura ajena, sé arrojarme al abismo, y la más honda pena al roce de mi mano se serena. Mi origen con frecuencia emerge de mi blando corazón transformado en clemencia, mas también la razón determina mi humana condición. Mis manos y mis pies se agitan ayudando y entendiendo. ¿No tendré un interés al estarme moviendo, ya que dejo de ser y sigo siendo? Mi figura es cambiante; a veces es sencilla, es humildad; mas mudo de semblante... Soy también vanidad, egoísmo invertido: caridad. Después que terminaron, las tres ficciones de mostrar se esencia, inmóviles quedaron, y hundieron su presencia en el mar de la nada y de la ausencia. XLVII Sí, muy claro lo sé, que buscar es inútil e infecundo; que es locura la fe, mas sin ella me hundo.
Por eso de mentiras formo el mundo. Mi
línea giratoria
I Penas, ¡por cuántos caminos llegáis al mismo lugar! Viniendo de todas partes sólo en un punto os juntáis. II Penas, cuando sois del cuerpo yo sí os puedo resistir. Penas, si sois del cerebro infiernos me hacéis vivir. III ¿Qué haría yo sin mis penas? Pienso que dejar de ser, las tengo desde el nacer: ya más que malas son buenas. IV Que en el invierno haga frío y en el verano calor, que las penas sean penas y que se ahonde el amor. V Cuando es de día y hay sol, a veces me atrae la muerte, cuando es de noche y no hay luna, me aterra el fin de mi suerte. VI Mi vista está dividida, ve luz y ve oscuridad: lo oscuro la tranquiliza, la enerva la claridad. VII Mi cuarto es de cuatro metros, mi cuerpo mide uno y medio. La caja que se me espera totalizará mi tedio. VIII Muerte, si tú me enamoras, deja a la vida que entre. No seas celosa, mi frente ya es del dominio en que moras. IX Yo nunca llegaré a vieja, sólo trato a la vejez. Soy la más joven del mundo, me aparto de la niñez. X La eternidad es comprenderlo todo, lo que existe y lo nunca imaginado: Eternidad: rotundo consumado. XI Cuán pequeño tiene que ser todo para poder formar la eternidad. Sólo habiendo minúsculas porciones se puede lo infinito realizar. XII Que nunca nos falte Dios o lo que por Dios se entiende. Oremos por encontrar de Dios el equivalente. XIII ¿Qué es la tierra? Es materia que no tiene sentido, triste esfera, rincón no concedido. ¿Qué hago en ella? Con mi esencia tornarla refulgente, proyectando mi luz eternamente. XIV Me piensan contradictoria, no ven más que mis extremos. No conocen mi victoria: que mi línea giratoria va reuniendo los extremos. XV De mi vocabulario, lo que vale, mi lengua lo murmura torpemente, pues hay un torbellino que, latente, agitando mi sangre, nunca sale. ¡Qué lenguaje tan mudo, qué insistente, el que mis venas con pudor sepultan! En su sanguíneo laberinto ocultan un subterráneo oleaje persistente. Lo que mi boca dice pobremente, es el eco de un eco mantenido por palabras que faltas de sonido, prisioneras, al mundo creen ausente.
Polvo
... y en polvo te convertirás. Génesis, capítulo 3, versículo 19 I Me envuelve el polvo, y me inquieta. ¿Por qué vendrá de tan lejos? Y ¿cómo en residuos viejos mundos pasados sujeta? -El polvo no tiene meta, ni principio habrá tenido; sé que siempre ha contenido, en su eternidad convulsa, la arcana fuerza que impulsa a lo que es y a lo que ha sido. II Tu esencia no habrá cambiado, mas tu trayecto es temible; si bien naciste apacible, viviendo te has desquiciado. Hoy ya estás desorbitado y en gris confusión avanzas; a los abismos te lanzas y los proclamas alturas. Polvo, ¿por qué te apresuras exterminando esperanzas? III Eras sereno y abstracto; pero te fuiste esparciendo Un Dios te fue poseyendo hasta que adquiriste tacto. De este divino contacto te vino inmenso poder, y en tu continuo ascender tu cómplice el viento, ha sido. Hoy todo lo has abatido... ¡Hasta mi indefenso ser! IV Polvo constructor del mundo, mundo de sangre impregnado, lo gris por rojo has mudado, lo estéril por lo fecundo. Es tu poder tan profundo, que de sangre has hecho ideas; temo que divino seas pareciendo terrenal, pues te presiento inmortal porque tú mismo te creas. V Extraño polvo cenizo que te pintas de colores, entiendo que te decores para ocultar lo enfermizo. Como eres tan movedizo, también con la forma juegas, y derramándote a ciegas en tumultuoso fluir, almas logras esculpir, mas luego de ellas reniegas. VI Polvo, ¡qué bien te solazas en tu pardusca envoltura, mostrando expresión tan pura que la soberbia disfrazas! Cobardemente reemplazas tu orgullo por humildad; mas oculta es tu maldad, y eres polvo endemoniado, pues todo lo has encauzado a una opaca eternidad. VII Mis ojos se están volviendo cavernas de polvo oscuro; sus cuencas marcan un duro trayecto, que va existiendo entre el ser que está viviendo y el polvo fiel que desliza su arcana fuerza plomiza con crueldad nunca saciada. ¿Por qué si el polvo es la nada, en mi vista se eterniza? VIII Te veo por los tejados, por las alas de mi suerte; en los espejos, al verte, miro mis poros ajados, de eterno polvo impregnados, de antiguas muertes nutridos al igual que mis sentidos. Polvo que polvo vas siendo, mi cuerpo te está sirviendo de antena de tus latidos. IX A un doble polvo enemigo mi rostro está sentenciado: al uno nació ya atado; del otro busca el abrigo. Dos muertes lleva consigo: una alegre, otra sombría; aquélla siempre varía, ésta sin moverse espera. Si una es ya mi calavera, la otra es mi máscara fría. X De pronto vi mi cabeza en el espacio perdida, con pensamiento, y sin vida, y sin humana impureza. Sentí profunda extrañeza; mas luego entendí mi lodo, y fui descubriendo el modo de hacer mi cuerpo infinito: Mi polvo al polvo remito, dejo de ser... ¡y soy todo! XI ¿Qué crimen ha cometido este polvo en que mi forma ha creído hallar su norma, después de nada haber sido? Debió de estar esparcido sin tener una conciencia; hoy la siente en mi presencia y su soberbia ha purgado, pues ya es mi ser limitado que perderá la existencia. XII Ya soy criatura sin piel: el polvo me la ha robado, brutalmente la ha arrancado y ahora lo cubre a él. Mira, polvo, eres cruel: de fango me has construido, a mi alma diste sentido y te va a nutrir mi muerte. ¡Dame otra piel que liberte este cuerpo escarnecido! XIII Cuando en polvo esté esparcida mi carne ya no vibrante, y este cerebro enervante deje de inventar la vida; ahí en la tierra, perdida, encontraré polvo amigo, de alguien que lloró conmigo hasta consumir sus ojos. ¡Qué alivio que sus despojos le den a mi polvo abrigo! XIV Cuando mi carne podrida, al irse polvo volviendo, sienta que se está fundiendo con alguien que odió en la vida, querrá buscar la salida por los poros de la tierra, pues entablará una guerra con ese polvo enemigo. ¡Ay, que temible castigo mezclarse con lo que aterra! XV Polvo, ¿por qué me persigues como si fuera tu presa? Tu extraño influjo no cesa, y hacerme tuya consigues; pero por más que castigues hoy mi humillada figura, mañana en la sepultura te has de ir mezclando conmigo. Ya no serás mi enemigo... ¡Compartirás mi tortura! XVI Polvo, tú crees perturbarme pensando que no te entiendo. ¡Demasiado te comprendo para que por ti me alarme! No tengo por qué inquietarme, si mucho antes de nacer ya polvo debí de ser, y cuando haya terminado, tan sólo habré retornado a mi angustioso no ser. XVII Polvo que pisan mis pies, y vas subiendo a mis venas, tus invisibles arenas raíces serán después, que han de producir las mies en mi materia viviente; y siempre estará latente en ti, polvo renovado, la vida que ha germinado en misteriosa simiente. XVIII Polvo que transporta el viento y en misterio eterno estás, aunque no sé adónde vas, ya te he cedido mi aliento; vivir contigo presiento, que cuando deje de ser, ha de empezar a nacer lo que haya de mí quedado. Tú, polvo, habrás transformado mi muerte en un nuevo ser. XIX ¡Oh polvo, angustia esparcida! ¡Llanto que en mis huesos llevo! Pensando en ti, ya me atrevo a no sentirme en la vida. Me estoy soñando perdida en tus hambrientas arenas, mientras mi carne condenas y consumes mi figura, ya somos lo que perdura: la materia sin cadenas. XX Polvo que semejas humo o que te finges montaña; polvo cuya inquina y saña me causa tormento sumo; a tu hondo existir me sumo y ya prescindo de mí. Por gracia tuya nací y tengo que resignarme, pues para no desmembrarme debo refugiarme en ti. XXI Polvo, cómplice enemigo, a un tiempo goce y tortura, mi libertad y clausura, mi recompensa y castigo; todo lo tuyo investigo porque observándome estoy. Dicen que viviendo voy, y yo siendo lo contrario; mi existir no es voluntario, de ti, polvo, aliada soy. XXII Al fuego, al temible fuego, al que todo lo devora con su violencia invasora, ya sin temores me entrego. Polvo hará de mí, mas luego que me convierta en ceniza, esta lumbre advenediza tendrá el fin que ha provocado: mi polvo habrá exterminado el fuego que me esclaviza.
Yo
soy mi casa
Si el amor no lo he cantado, ¿será porque lo he vivido? Si el dolor lo he pregonado, ¿será porque va conmigo? I ¿Por qué quise quitarme de las cosas del mismo modo como las tomaba? ¿Por qué nunca fijé yo la mirada en materia que tiene que morir? ¿Por qué siempre traté de resistir a este lodo, que mancha con mirarlo? ¿Por qué intenté ir al mundo y despreciarlo, tratando entonces de mirar al cielo? ¿Por qué busqué en la nada mi consuelo y quise que la sombra me gustara? ¿Por qué huí de que el cuerpo me inquietara e hiciera de mis poros sus esclavos? ¿Por qué insistía en que mis pies atados tuvieran libertad para elevarse? ¿Por qué rogué a mi mente liberarse de tanta combinada situación? ¿Por qué usé tan equívoca pasión para calmar mis temblorosas ansias? ¿Por qué traté de distinguir distancias que ojos normales nunca pueden ver? Porque quise - ¡ay, osada! - que mi ser tuviera un prematuro amanecer. II ... y me quise volver inalterable, y lo logré volviéndome de piedra. Era tan tormentosa mi tragedia, que tuve que ceder y no fui nadie. Y no fui nadie...y yo seguí existiendo como existen las plantas y las piedras, que soportan el sol y las tinieblas, sin lograrse expresar, tal vez sintiendo. Sintiendo que este mundo las rodea, que las cobija el cielo y las alumbra, pero a pesar de todo, la penumbra es más grande, más grande que la idea, que la idea de salir y levantarse hacia un mundo mejor, desconocido, donde puedan por fin en escondido claro rincón, por una vez hallarse. III ¿Por qué estoy sola llorando? ¿Por qué estoy sola viviendo? ¿Por qué, pensando y rondando, mi sangre voy consumiendo? ¿Qué no se oyen mis lamentos? ¿Qué no se oyen mis clamores? ¿Qué no, mis contentamientos, tienen sabor a dolores? Cuando nada me rodea, pero todo me obsesiona, cuando la dicha me crea, pero el dolor me aprisiona. ¿No es de justicia un camino aunque deba se fatal? ¿No es menester que el destino me liberte de este mal? IV Camino que a veces veo como un abismo angustioso, pero que otras veces creo un monte maravilloso. ¿Por qué si negro pareces, mostrárteme quieres blanco? ¿Por qué si brillante creces, de pronto te tornas llanto? Rara condición la mía de visión tan exaltada: mi dicha y mi fantasía, mi pena, dolor y ... nada. V Escaleras sin peldaños mis penas son para mí, cadenas de desengaños, tributos que al mundo di. Tienen diferente forma y diferente matiz, pero unidas por los años, mis penas, o mis engaños, como sucesión de daños, son escaleras en mí. VI Casa redonda tenía de redonda soledad: el aire que la invadía era redonda armonía de irrespirable ansiedad. Las mañanas eran noches, las noches desvanecidas, las penas muy bien logradas las dichas muy mal vividas. Y de ese ambiente redondo, redondo por negativo, mi corazón salió herido y mi conciencia turbada. Un recuerdo mantenido: redonda, redonda nada. VII Todos hablan de mi vida... algunos, de mis amores, nadie de mis sinsabores ni de mi pena escondida. Si yo a nadie recrimino y todo en todos tolero, ¿por qué el mundo, en mi destino, pretende ser justiciero? VIII No es que yo ame el sufrimiento ni que el placer me desboque, mi afán es que el alma toque senderos de redención. Necesito en mi pasión bueno y mal amalgamado, tendré un camino logrado cuando mi vida y mi suerte, por haberse realizado, me hayan dado dicha y muerte. IX Cada vez que a un camposanto llego por casualidad, en vez de ver tumbas, veo vidas que viviendo están. Cuando yo salgo a la calle y miro gente reunida, me parece que dormida o muerta la gente está. En vez de figuras creo, muchas lápidas mirar, y sus cuerpos imagino rígidos de eternidad. X No sé si muero despierta o si es que vivo soñando, si sé que me estoy quemando y que todo me atormenta. Lo que a mí sólo me pasa está más allá de todo, no hay nadie que de este modo sentirse pueda en su casa. Y al decir casa, pretendo, con un símbolo expresar, que casa, suelo llamar al refugio que yo entiendo que el alma debe habitar. XI Noches con ojos abiertos, noches de vuelos terribles, congoja y ansia indecibles, sueños en sombra despiertos. Desbordados mis latidos, mis pasiones desbordadas, mis ansias, ¡ay, no colmadas!, casi muertos mis sentidos. Todo en la noche girando, filtrándose por mi alma. Yo clamo por tener calma: ¡Mi Dios, mi Dios! ¿Hasta cuándo? XII ¡Ay, Luna!, tú no eres luna, Luna, tú estás más allá, demasiado luna eres para poder Luna estar. ¡Ay, Luna, ven en mi ayuda que yo quiero descifrar, por qué siendo tú tan luna, Luna, tan extraña estás! XIII ¿Qué es lo que mi mente encierra, que no puedo descifrar? ¿Qué es esta nada que yerra y que no logro expresar? No hay lenguaje con qué hablarlo; no está ni en el pensamiento, es algo de más adentro, pertenece a otras regiones. No pretendo penetrarlo; soy toda limitaciones. XIV ¡Ay qué insincera y sincera rotunda sinceridad! ¡Ay qué intranquila y tranquila terrible tranquilidad! No pueden acompasadas mis sensaciones latir, tienen que ser desgarradas por una doble inquietud, que, perturbando mi alma, a un tiempo le dé salud. XV Sola... tan sola hacia dentro; y colmada, y destruida, con las dichas en huida y el dolor siempre al encuentro. Cielo e infierno de vida, solo y pavoroso antro; asombro de mar de espanto, aguas de ideas en partida; confusión no concebida. ¡Qué gran locura de tanto! XVI Mi pensamiento siempre tan constante, hay momentos que aterra por su hondura, pues se agiganta en ritmo y en altura y provoca un infierno desbordante de angustiosa y caótica locura. Todo en él se proyecta con tortura, las ideas de atrás pasan delante, los placeres se fingen amargura, las penas dramatizan el instante. En un desfile eterno y enervante van pasando las ansias de mi vida, y comparten la lucha maldecida de esta gran pesadilla de mi mente, que piensa que no existe lo existente. XVII De mi esférica idea de las cosas, parten mis inquietudes y mis males, pues geométricamente, pienso iguales a lo grande y pequeño, porque siendo, son de igual importancia; que existiendo, sus tamaños no tienen proporciones, pues no se miden por sus dimensiones y sólo cuentan, porque son totales, aunque esféricamente desiguales. XVIII Estrellas que, por ser tantas, todas parecéis iguales; estrellas que, virginales, lograsteis ser infinitas. ¿Acaso luces malditas que por turbarme nacieron, o es que, acaso, se movieron para mí, puertas benditas? Pero como, al fin, mis cuitas en estrellas se fijaron, a estrellas, penas se ataron de modo tan similar que parecen continuar, en espejo reflejado, su universo dilatado a mi pena universal. XIX Se incubó mi egoísmo en soledad. Entonces, ¡no ha de ser tanto egoísmo!... Si mi niñez, más que niñez, fue abismo, no es raro que llegase a esta verdad: que lo único que vale es el ser mismo. Y que si bien existe en mí, maldad, como virtud e indiferencia tengo, equilibrando bien y mal, sostengo: que hay en mi todo, mi ritmo de igualdad que compensa egoísmo y hermandad, y hace de una niñez que fue vencida, esta egoísta madurez crecida, que gime porque sea su verdad una entrega total y sin medida. XX Me estoy volcando hacia fuera y ahogándome estoy por dentro. El mundo es sólo una esfera, y es al mundo al que pidiera totalidad, que no encuentro. Totalidad que debiera yo, en mí misma, realizar, a fuerza de eliminar tanta pasión lastimera; de modo que se extinguiera mi creciente vanidad y de este modo pudiera dar a mi alma saciedad. XXI Ventana de un cuarto, abierta... ¡Cuánto aire por ella entraba! Y yo que en el cuarto estaba, a pesar que aire tenía, de asfixia casi moría; que este aire no me bastaba, porque en mi mente llevaba la congoja y la aflicción de saber que me faltaba, la ventana de mi razón. XXII De mi barroco cerebro, mi alma se destila intacta; en cambio mi cuerpo pacta venganzas contra los dos. Todo mi ser corre en pos de un final que no realiza; mas ya mi alma se desliza y a los dos ya los libera, presintiéndoles ribera de total penetración. XXIII Hay cosas que yo no digo, y que pudiera decir, son cosas que están conmigo, en mi heredado sentir. Si estas son cosas del cuerpo o a la mente pertenecen, o si es que al alma envejecen, no tienen explicación. Sí son oculta expresión, que por pudor concentrado, no puede mi yo variado revelar en su extensión. XXIV Yo soy cóncava y convexa; dos medios mundos a un tiempo: el turbio que muestra afuera, y el mío que llevo dentro. Son mis dos curvas-mitades tan auténticas en mí, que a honduras y liviandades toda mi esencia les di. Y en forma tal conviví con negro y blanco extremosos, que a un mismo tiempo aprendí infierno y cielo tortuosos. XXV En una casa habitaba que techos blancos tenía, y en ella un ser se moría y su muerte me mataba. A la calle yo salía y aunque techos no miraba, al ser aquel recordaba, y su recuerdo me hundía, haciendo que su agonía en muerte se eternizara.
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