Luis Martín de la Plaza
(Antequera 1577 - 1625)
* * *
Cubierto estaba el Sol de un negro velo,
luchaba el viento con el mar hinchado
y él en huecos peñascos quebrantado
con blanca espuma salpicaba el cielo.
El ronco trueno amenazaba el
suelo,
tocaba el rayo al monte levantado
y pardas nubes de granizo helado
el campo cobijaban con su hielo.
Mas luego que su clara luz
mostraron
los bellos ojos que contento adoro
y a quien el alba envidia los colores,
calmó el mar,
calló el viento y se ausentaron
los truenos, pintó el Sol las nubes de oro,
vistióse el campo de olorosas flores.
* * *
Tiñe tus aguas en señal de luto,
Guadalhorce, y aumenta tu creciente;
llora, pues no verás eternamente
flor en tu margen ni en tus plantas fruto,
que el dios del mar
robó, ladrón astuto,
al que honró sol hermoso tu corriente,
como si de oro y de cristal luciente
rebelde le negaras el tributo.
Venganza espera tu afrentosa
injuria;
combate al mar con tus arenas hondas,
pide tu sol con guerra, no con ruego,
corre, no temas su arrogante
furia,
pues que te dan para vencer sus ondas
agua mis ojos y mi boca fuego.
* * *
Nereidas, que con manos de
esmeraldas
para sangrarle las ocultas venas
de perlas, nácar y corales llenas
azotáis de Neptuno las espaldas
y, ceñidas las frentes
de guirnaldas,
sobre azules delfines y ballenas
oro puro cernéis de las arenas
y lo guardáis en las mojadas faldas:
decidme, así de
vuestro alegre coro
no os aparte aquel dios que en Eolia mora
ni con valiente soplo os haga agravios,
¿halláis
corales, perlas, nácar, oro
tal como yo los hallo en mi señora
en cabellos, en frente, en boca, en labios?
Vivamus, mea Lesbia, atque amemus...
(es imitación de Catulo)
Goza tu primavera, Lesbia
mía,
y el murmurar de los cansados viejos
encomiéndalo al viento y los consejos
de su trémula voz y lengua fría.
Que aunque al ponerse el sol
se apaga el día,
vuelve a encenderse, y con divinos lejos
pinta en los cielos de carmín bosquejos,
oro en los montes con sus rayos cría.
Mas el sol que en tus ojos
amanece
y en tus labios purpúrea competencia
agora al alba y al clavel ofrece,
la edad, con invisible
diligencia,
en el común ocaso lo oscurece;
¿cuándo tendrá para volver licencia?
* * *
Lidia, de tu avarienta
hermosura
pide el tiempo enemigo estrecha cuenta;
ya ni el crespo cabello al oro afrenta
ni las mejillas a la nieve pura.
Tu mentida belleza mal
segura
en vano reparar el daño intenta
de la edad, que en sus ojos representa,
con tragedia mortal, la lumbre oscura.
Ya, ya no me verás de
noche al viento
bañar de infame llanto tus umbrales,
comparando a la suya tu dureza,
que el tiempo, con efectos
desiguales,
me da venganza, roba tu belleza,
te da dolor y cura mi tormento.
* * *
¿Qué temes el
morir, por qué procura,
hombre, tu afecto vida tan ajena
de propios bienes y de males llena,
tan bien guardada cuanto mal segura?
La muerte es fin de tu
prisión oscura,
y por quien gozarás la paz serena
de aquella vida donde no la pena
sino la gloria para siempre dura.
Y aunque es la muerte
horrenda, no te espante,
que tu bien solicita, pues intenta
que vivas inmortal después de muerto.
Dime, ¿no será
loco el navegante
que se quiere quedar en la tormenta
y no llegar a descansar al puerto?
Lamento de Ariadna
La vela de traición y
viento llena,
con la vista cansada y el deseo
sigue Arïadna del traidor Teseo
desde la playa que a su llanto suena.
Sus hebras de oro, de piedad
ajena,
injuria, y deja en su dorado empleo
al aire rico y al azul Nereo
con perlas que llorando da a la arena.
"Vuelve, ingrato -le
dice- y al engaño
con que el honor me quitas no le aumentes
la soledad de estos peñascos fríos.
Mas, ¡triste yo!, que
esfuerzo el propio daño,
pues que te dan con que de mí te ausentes
el viento en popa los suspiros míos."