SALVADOR RUEDA
(Málaga 1857-1933)
La sandía
Cual si de pronto se entreabriera el día
despidiendo una intensa llamarada,
por el acero fúlgido rasgada
mostró su carne roja la sandía.
Carmín incandescente parecía
la larga y deslumbrante cuchillada,
como boca encendida y desatada
en frescos borbotones de alegría.
Tajada tras tajada señalando
las fue el hábil cuchillo separando,
vivas a la ilusión como ningunas.
Las separó la mano de repente,
y de improviso decoró la fuente
un círculo de rojas medias lunas.
El ave del paraíso
Ved el ave inmortal, es su figura;
la antigüedad un silfo la creía,
y la vio su extasiada fantasía
cual hada, genio, flor o llama pura.
Su plumaje es la luz hecha locura,
un brillante hervidero de alegría
donde tiembla la ardiente sinfonía
de cuantos tonos casa la hermosura.
Su cola real, colgando en catarata
y dirigida al sol, haz que desata
vivo penacho de arcos cimbradores.
Curvas suelta la cola sorprendente,
y al aire lanza cual tazón de fuente
un surtidor de plumas de colores.
La cigarra
Canta tu estrofa, cálida cigarra,
y baile al son de tu cantar la mosca,
que ya la sierpe en e1 zarzal se enrosca
y lacia extiende su verdor la parra.
Desde la yedra que a la vid se agarra
y en su cortina espléndida te embosca,
recuerda el caño de la fuente tosca
y el fresco muro de la blanca jarra.
No consientan tus élitros fatiga,
canta del campo el providucto costo,
ebria de sol y del trabajo amiga.
Canta, y excita al inflamado agosto
a dar el grano de la rubia espiga
y el chorro turbio del ardiente mosto
El cohete
Lanzóse audaz a la extensión
sombría
y era a1 hender el céfiro sonante,
un surtidor de fuego palpitante
que en las ondas del aire se envolvía.
Viva su luz como la luz del día,
resplandeció en los cielos fulgurante
cuando la Luna en el azul radiante
como rosa de nieve se entreabría.
Perdióse luego su esplendor rojizo;
siguió fugaz cual raudo meteoro
y a1 fin surgió como candente rizo.
Paró de pronto su silbar sonoro;
y tronando potente, se deshizo
en un raudal de lágrimas de oro